Arizmendi ética social

Comunidad (C) Cathopic. Vero Cohen

Cardenal Felipe Arizmendi: “Hacia una ética social”

‘Guía ética’ del presidente de México

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El cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, ofrece su reflexión semanal, titulada “Hacia una ética social”.

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El presidente de nuestra patria ha presentado al país una Guía Etica, como un apoyo para seguir luchando por lo que él considera la necesaria transformación de México. En la presentación, se dice que, con este instrumento, se quiere combatir el “declive moral generalizado en el país, la descomposición y la decadencia, una caída en espiral de la civilización a la barbarie, la ley de la jungla, en la que los más fuertes imponen sus decisiones y sus intereses y oprimen al resto, y en la que todos luchan entre sí en una competencia despiadada que coloca al colectivo en el camino de la desintegración”. De entrada, se afirma que “el comportamiento apegado a normas éticas es indispensable para vivir en armonía con nuestra conciencia y para el bienestar y buen funcionamiento de la sociedad. En cambio, el abandono de tales normas conduce más temprano que tarde a las conductas antisociales, al desprecio a la ley, a la destrucción de la paz y a la desintegración de todos los niveles de la sociedad… Mientras más se extienda en la sociedad el sentido ético, mayores serán el bienestar y la armonía social, habrá una mejor convivencia y será menor la necesidad de perseguir delitos”. Por ello, la Guía intenta “impulsar una revolución de las conciencias, esto es, construir una nueva ética humanista que conduzca a la recuperación de los valores tradicionales mexicanos y universales y de nuestra grandeza nacional”. Se advierte que “la adopción de una nueva guía ética por parte de la sociedad debe ser fruto del acuerdo y no de la imposición, de la educación y no de la coerción”. En síntesis, se anhela “contribuir a la construcción de una convivencia nacional pacífica, cívica, con libertad, paz, justicia, dignidad y seguridad”.

Para lograr la transformación ética del país, se proponen estos 20 principios: “Evitemos imponer ‘nuestro mundo’ al mundo de los demás. No hay nada más valioso que la vida, la libertad y la seguridad de las personas. No se debe humillar a nadie. La paz y la libertad son inseparables. Nadie puede estar en paz sin libertad. El amor al prójimo es la esencia del humanismo. No hay mayor alegría que la felicidad de los demás. Quien no sabe de dónde viene difícilmente sabe a dónde va. El agradecimiento es la mayor virtud de una buena persona. El perdón libera a quien lo otorga y a quien lo recibe. No se debe enfrentar el mal con el mal. La buena ley debe moderar la opulencia y la indigencia; no puede haber trato igual entre desiguales. No mentir, no robar, no traicionar. Ser fraterno es hacer propios los problemas de los demás. Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie. Todo, por la razón y el derecho; nada, por la fuerza. El poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás. No hay mayor satisfacción que tener trabajo y disfrutarlo. No es más rico el que tiene más sino el más generoso. Los compromisos se cumplen. La familia es la principal institución de seguridad social de México. Al cuidar el aire, el agua, la tierra, las plantas, los animales y las cosas, nos cuidamos todos”.

¿Quién puede estar en desacuerdo con esto?

Se ha criticado al presidente porque dicen que quiere imponer una moral inspirada en sus creencias, que con ello viola el laicismo constitucional, que no es una ética, sino sólo buenos consejos, que lo que más le compete al gobierno es procurar un Estado firme de derecho, el combate eficaz a la corrupción, a la violencia, a la inseguridad y al narcotráfico, la aplicación de la justicia a violadores e infractores de la ley.

Lo más importante, sin embargo, para transformar al país, es predicar con el ejemplo, pues si un dirigente a diario está ofendiendo y descalificando a sus adversarios, ¿cómo puede exhortar a evitar “imponer ‘nuestro mundo’ al mundo de los demás”? ¿Cómo puedo aconsejar no humillar a nadie”, si es lo que hago todos los días? ¿Es coherente decir que no hay nada más valioso que la vida”, si su propio grupo impulsa el aborto, que es la destrucción de un ser humano?  Es cierto que no se debe enfrentar el mal con el mal”, y que “todo, por la razón y el derecho; nada, por la fuerza”; pero los delincuentes no entienden razones, ni leyes, ni buenos consejos; la autoridad debe inutilizar su maldad, para que no sigan dañando a la sociedad. Es verdad que “la familia es la principal institución de seguridad social”; pero, ¿cómo creerlo, si su equipo de gobierno critica y destruye la familia formada por un hombre y una mujer? Si no se predica con el ejemplo, todo puede quedar reducido a palabras huecas. El actuar diario de los dirigentes puede no estar a la altura de lo que esta Guía Etica propone y perder su eficacia.

Por otra parte, esta Guía no suple a la Biblia ni al Catecismo, aunque se inspire de alguna forma en ellos, pues toda la cultura occidental tradicional tiene su origen en el cristianismo. Y advirtamos que, sin la ayuda de Dios, sin la fuerza del Espíritu Santo, sin la gracia de los sacramentos, sin un encuentro personal con Jesucristo, sin el acompañamiento de una institución eclesial, todo quedará en una receta de buenas intenciones.

PENSAR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, inspirándose en Jesucristo, en el amor íntimo entre las tres divinas personas, en el Evangelio, particularmente en la parábola del buen samaritano, pone como subtítulo de su encíclica la fraternidad y la amistad social. Lo han criticado porque pareciera hacer a un lado los sacramentos de la Iglesia, la oración, la Palabra de Dios, y que sólo promueve una fraternidad y amistad social. No es así; sus adversarios deberían leer completa la encíclica, pues es muy profunda y cien por ciento evangélica. El Papa se dirige a toda la humanidad, y por ello resalta aquello que nos puede unir, en orden a la justicia y la paz social, que son esenciales para que llegue el Reino de Dios.

Dice, entre muchas otras cosas: “Se constata un deterioro de la ética y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad. Todo eso contribuye a que se difunda una sensación general de frustración, de soledad y de desesperación” (29).

“Vuelvo a destacar con dolor que ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses. Volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral. Cada sociedad necesita asegurar que los valores se transmitan, porque si esto no sucede se difunde el egoísmo, la violencia, la corrupción en sus diversas formas, la indiferencia y, en definitiva, una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses individuales” (113).

“Es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas. Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social” (211).

ACTUAR

Sin dejar de valorar las cosas buenas que propone esta Guía Etica, completemos con nuestra fe cristiana lo que le falta, siempre a partir de un encuentro con el Señor Jesús.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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