100 años del nacimiento del cardenal Suenens, gran animador del Concilio Vaticano II

El cardenal Tucci le recuerda como un impulsor de renovación en la Iglesia

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ROMA, domingo, 18 julio 2004 (ZENIT.org).- Antes, durante y después del Concilio Vaticano II, el cardenal Leo Jozef Suenens jugó un importante papel como impulsor de un soplo renovador en la Iglesia católica, reconoció el cardenal italiano Tucci cuando se cumplen 100 años del nacimiento del purpurado de origen belga.

El 16 de julio de 1904 nacía en Ixelles (Bélgica) el cardenal Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas. Fue uno de los cuatro moderadores del Concilio Vaticano II junto a los cardenales Döpner, Lercaro y Agagianian.

Durante los trabajos conciliares el cardenal Tucci conoció al purpurado belga, cuya vida terminó en Bruselas el 6 de mayo de 1996. De hecho le recuerda como «uno de los protagonistas más importantes del Concilio Vaticano II».

«Venía de la tradición de Lovaina, donde estaban más atentos a los fermentos de renovación que en las últimas décadas, antes del Concilio, se habían afirmado en la Iglesia. Tenía a su alrededor un equipo verdaderamente formidable», recordó el cardenal Tucci, miembro del Consejo directivo de «Radio Vaticano», a los micrófonos de la emisora.

En el período previo al Concilio «el cardenal Suenens tuvo una gran importancia», pues «formaba parte de la Comisión central preparatoria», recordó.

«Ya desde el principio del Concilio, en el radiomensaje que el Papa» Juan XXIII «envió a través de Radio Vaticana el 11 de septiembre de 1962, hablaba de la Iglesia “ad intra” y “ad extra”, la Iglesia contemplada en su constitución y la Iglesia en su relación con el mundo moderno, y esta idea procedía de una sugerencia que el cardenal Suenens, a petición del Papa, le había enviado», explicó.

El cardenal Tucci recordó también que «el cardenal Suenens fue nombrado por Pablo VI uno de los cuatro moderadores del Concilio Vaticano II», por lo que su influencia «fue muy grande, en particular como coordinador de las acciones más renovadoras que existían entonces en el campo católico». «Diría que el cardenal Suenens fue un gran animador del Concilio», añadió.

Y después del Concilio «fue importante la contribución que dio al movimiento neocarismático de inspiración católica», subrayó el cardenal Tucci. Y es que el cardenal Suenens «procuró destacar más la función del Espíritu Santo en la vida y en la misión de la Iglesia».

En efecto, el cardenal Leo Jozef Suenens fue el gran protector y partidario de la Renovación Carismática Católica en los comienzos, según explicó a Zenit el padre Raniero Cantalamessa, ofm cap., predicador de la Casa Pontificia (Cf. Zenit, 25 de septiembre de 2003).

El purpurado decía que se trataba de una corriente de gracia para toda la Iglesia y que el destino final de la Renovación Carismática podría ser el de desaparecer cuando hubiera contagiado a toda la Iglesia.

«Hombre de cordialidad extrema», con «gran capacidad de asimilación y escucha» y «gran orador»: las intervenciones del cardenal Suenens «en el Concilio eran seguidas con gran atención por todos y eran extremadamente claras, capaces de suscitar adhesión con una capacidad de mediación entre las ideas de la corriente más conservadora y la más abierta a la renovación», concluyó el cardenal Tucci.

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ZENIT Staff

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