16.00 – Francisco en Amán: la diversidad de personas e ideas es siempre una riqueza

En la homilí­a del Estadio de la capital jordana, el Santo Padre habla de las tres acciones del Espí­ritu Santo: preparar, ungir y enviar

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El Estadio de Amán ha acogido la primera misa celebrada por el Santo Padre en su peregrinación a Tierra Santa. Una gran multitud de fieles han acompañado a Francisco en la celebración litúrgica, animada previamente por algunos cantos en español. La misa ha sido celebrada en árabe aunque el Santo Padre ha pronunciado la homilía en italiano.

«En el Evangelio hemos escuchado la promesa de Jesús a sus discípulos: ‘Yo le pediré al Padre que les envíe otro Paráclito, que esté siempre con ustedes’. El primer Paráclito es el mismo Jesús; el ‘otro’ es el Espíritu Santo. Tomando estas palabras de la lectura de hoy, el Santo Padre ha comenzado la homilía en el Estadio de Amán, Jordania.

Francisco ha observado que se encuentran «no muy lejos» del lugar en el que el Espíritu Santo descendió con su fuerza sobre Jesús de Nazaret, después del bautismo de Juan en el Jordán. Y así ha señalado que el evangelio de este domingo

nos invita a meditar «sobre el Espíritu Santo, sobre su obra en Cristo y en nosotros, y que podemos resumir de esta forma: el Espíritu realiza tres acciones: prepara, unge y envía».

Recordando que en el bautismo, el Espíritu se posa sobre Jesús para prepararlo a su misión de salvación, «misión caracterizada por el estilo del Siervo manso y humilde, dispuesto a compartir y a entregarse totalmente». Pero -ha precisado- el Espíritu Santo, presente desde el principio de la historia de la salvación, ya había obrado en Jesús en el momento de su concepción en el seno virginal de María realizando la obra admirable de la Encarnación.

Y a continuación ha mencionado a Simeón y Ana, que al ver al Niño, «intuyen que Él es el Esperado por todo el pueblo. En la actitud profética de los dos videntes se expresa la alegría del encuentro con el Redentor y se realiza en cierto sentido una preparación del encuentro del Mesías con el pueblo».

El Papa ha afirmado que las diversas intervenciones del Espíritu Santo forman parte de una acción armónica, de un único proyecto divino de amor, que la misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía y obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes. «La diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear obstáculos, porque la variedad es siempre una riqueza», ha subrayado el Papa. Por tanto, ha pedido al Espíritu Santo prepare el camino de la paz y de la unidad.

En segundo lugar, el Pontífice ha indicado que el Espíritu Santo unge. Con la unción del Espíritu, -ha señalado- la santidad de Jesucristo se imprime en nuestra humanidad y nos hace capaces de amar a los hermanos con el mismo amor con que Dios nos ama. Por eso, ha invitado a pedir al Padre «que nos unja para que seamos plenamente hijos suyos, cada vez más conformados con Cristo, para sentirnos todos hermanos y así alejar de nosotros rencores y divisiones, y amarnos fraternamente».

Finalmente, el Espíritu envía, ha afirmado el Papa. «Ungidos por el mismo Espíritu, también nosotros somos enviados como mensajeros y testigos de paz», ha xplicado. Añadiendo que «la paz no se puede comprar: es un don que hemos de buscar con paciencia y construir ‘artesanalmente’ mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana». Asimismo, ha señalado que «el camino de la paz se consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre y formamos parte del género humano; si no olvidamos que tenemos un único Padre del cielo y que somos todos sus hijos, hechos a su imagen y semejanza».

Al finalizar la homilía, ha abrazado con este espíritu, «al Patriarca, a los hermanos Obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los fieles laicos, así como a los niños que hoy reciben la Primera Comunión y a sus familiares». Y ha afirmado que su corazón «se dirige también a los numerosos refugiados cristianos provenientes de Palestina, de Siria y de Iraq: lleven a sus familias y comunidades mi saludo y mi cercanía».

Para concluir, el Pontífice argentino ha exhortado a pedir al Espíritu Santo «que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; que nos envíe, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz».  

Leer aquí la homilía completa

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ZENIT Staff

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