24 marzo: Jornada de los misioneros asesinados

CIUDAD DEL VATICANO, 23 mar 2001 (ZENIT.org).- Mañana, 24 de marzo, en todo el mundo se celebrará la «Jornada de oración y ayuno por los misioneros mártires», que en los últimos diez años han sido más de seiscientos.

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Se trata de una iniciativa convocada por el Movimiento Juvenil Misionero de las Obras Misionales Pontificias. Juan Pablo II que ha impulsado en años anteriores la idea, afirmó el 7 de mayo del 2000 en la celebración de los testigos de la fe de las diferentes Iglesias y comunidades cristianas: «¡Cuántos cristianos, en todos los continentes, durante el siglo XX, han pagado su amor a Cristo derramando también su sangre! Muchos países de antigua tradición cristiana han vuelto a ser tierras en las que la fidelidad al Evangelio ha costado un precio altísimo. Su recuerdo no debe perderse».

La fecha escogida, el 24 de marzo, recuerda el asesinato del arzobispo de San Salvador, asesinado mientras celebraba la eucaristía y que fue recordado en aquella misma liturgia presidida por el Papa.

Según datos revelados por la agencia misionera de la Santa Sede, Fides, entre 1980 y 1989 fueron asesinados 115 misioneros, religiosos, religiosas y sacerdotes católicos. La cifra es inferior a la realidad, pues la agencia no ha podido recibir los nombres de todos los asesinados.

Entre los años 1990 y 2000 el número de los mártires se multiplicó por seis, hasta alcanzar los 603 mártires, incluyendo víctimas del genocidio de Ruanda (1994), que provocó la muerte de al menos 248 eclesiásticos y religiosas.

En este año 2001 ya se han sido asesinados al menos tres misioneros. La hermana Dionitia Mary, asesinada el 21 de enero en la diócesis de Salem (India); el padre Tom Manjaly, asesinado el 21 de febrero en el Estado de Manipur (India), y el padre Nazareno Lanciotti, quien falleció el 21 de febrero en Brasil tras una larga agonía como consecuencia de un atentado que le tendieron sus asesinos.

A éstos nombres hay que añadir el del padre Pietro de Franceschi, misionero dehoniano, que no fue asesinado pero falleció en Mozambique el 30 de enero, arrastrado por un torrente de agua durante las graves inundaciones de este año, cuando intentaba salvar a un mujer que debía ser hospitalizada.

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ZENIT Staff

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