8.00 – El Papa llega al santuario de Nuestra Señora de Pompeya

Así inicia su visita a Nápoles: reza en silencio y recita la ‘Piccola Suplica’. Saluda a los presentes y los bendice desde la puerta de la basílica

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La primera etapa del viaje del papa Francisco a Nápoles ha sido en el Santuario de la Virgen de Pompeya. El helicóptero llegó poco antes de las 8 y los fieles lo acogieron de manera entusiasmada. Una vez que entró en el santuario se acercó al altar principal de la Iglesia en donde está la imagen de la Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario, que fue llevada a Pompeya en 1875.

El Santo Padre recitó una oración histórica, compuesta por el beato Bartolo Longo en 1883. 

«Llegamos aquí a las 5 de la mañana. Estamos emocionados, de ver al Papa que reza delante de la Virgen, así como lo hacemos nosotros», dijo una señora en directa televisiva. 

Concluida la oración en el interior del santuario, el Papa salió por la puerta principal en donde se detuvo unos instantes, saludó y agradeció a los presentes, rezó con ellos un Ave María y les dio su bendición. 

Publicamos a continuación la oración que rezó el Papa: 

«Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor, mujer de nuestra tierra elevada por encima de los cielos, humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo; desde lo más profundo de nuestras miserias nosotros recurrimos a ti. Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo. 

Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre, tu resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús, nuestra esperanza, única salvación del mundo. Mostrándonos tu rosario nos invitas a mirar a su rostro. Tú nos abre su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria, misterio del hijo de Dios, hecho hombre por nosotros. A tus pies en las huellas de los santos nos sentimos familia de Dios. 

Madre y modelo de la Iglesia, tu eres guía y apoyo seguro. Volvednos un solo corazón y un alma sola, pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo. Te entregamos nuestras miserias, las tantas calles del odio y de la sangre, las miles antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado. A ti nos confiamos, Madre de Misericordia: obtenednos el perdón de Dios, ayúdanos a construir un mundo según tu corazón. En nuestas manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino. Y el beso a ti con nuestra última respiración nos sumergirá en una onda de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, deseo de alegría y de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo». 

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ZENIT Staff

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