A los altares dos hermanos exterminados por el nazismo

Miembros de Acción Católica, murieron en un campo de concentración

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VERONA, 14 sep (ZENIT.org).- Hoy se abre en Verona el proceso diocesano de beatificación de los hermanos Flavio y Gedeone Corrà, quienes murieron en un campo de concentración nazi en el norte de Italia.

Nacieron con pocos años de diferencia (7 de abril de 1917, el primero y 8 de septiembre de 1920, el segundo) en Salizzole, Verona. Los dos hermanos crecen con un fuerte y generoso espíritu de fe, ayudados en los años difíciles tras primer conflicto mundial por una madre muy devota y un padre trabajador. En 1935, en Europa e Italia, se preanuncia el totalitarismo nazifascista. Los dos jóvenes se adhieren a la Acción Católica y están entre los más fervientes y disponibles animadores de la mayor asociación laica católica, justamente en los años en que se agudiza la crisis con el régimen fascista que no quiere «competencias» en lo que se refiere a educación de las nuevas generaciones. Su disponibilidad hacia los demás, unida a la brillante inteligencia, llama la atención del arcipreste-abad de Isola, monseñor Giuseppe Fontana, que confía a los dos jóvenes importantes cargos en la asociación juvenil de Acción Católica.

En este ambiente, los dos hermanos Corrà maduran su vocación cristiana de laicos plenamente comprometidos con la Iglesia y con los hermanos, dedicándose al estudio de la doctrina social cristiana y animando incansablemente reuniones de zona y diocesanas. Hacen kilómetros de bicicleta para ir de una asamblea a otra. Los repetidos actos de violencia e intimidaciones contra una Acción Católica que no baja la cabeza ante la propaganda fascista no les atemorizan. Pero su actividad no se limita a la Acción Católica y se dedican con entusiasmo a las actividades de caridad promovidas por la asociación de San Vicente.

De inteligencia brillante, afrontan grandes sacrificios para seguir sus estudios. Se inscriben en la Facultad de Matemática y Física: Flavio en Padua y Gedeone en Bolonia. Luego, el mayor, Flavio, debe enrolarse como soldado hasta el 8 de septiembre de 1943. Gedeone mientras tanto queda en espera de la llamada de las armas. Los dos obtendrán la licenciatura «honoris causa» después de su muerte que llegará en el breve plazo de dos años.

Tras el 8 de septiembre los dos se adhieren a la Resistencia pero son arrestados el 22 de noviembre de 1944. Comienza así su larga agonía: primero las palizas durante los interrogatorios, luego el traslado al comando fascista de Verona. El 7 de diciembre acaban en las manos de las SS para ser luego conducidos a Bolzano. Es la última sesión de un calvario que acaba en el campo de exterminio nazi de Flosenburg. Gedeone, enfermo y dejado morir de hambre, fallecerá el 7 de marzo de 1945. Flavio lo seguirá un mes después, el 7 de abril.

Y sin embargo, incluso en medio de las atrocidades del campo de concentración, Flavio y Gedeone dieron esperanza a sus compañeros con la sencillez de su testimonio de cristianismo genuino, pronto a socorrer a quien sufre en aquél infierno.

«Vuelvo a ver a Gedeone, cuando el frío punzaba más, pasear arriba y abajo por la habitación –escribe un compañero de celda–. Está sereno como nunca: sus labios se mueven ligeramente, quizá reza. Me acerco a él: «Gedeone, ¿pero no piensas en lo que te espera?». Alza un poco los hombros y una sonrisa de bondad le ilumina el rostro sereno. «¿Qué importa?» –me responde–. Yo he hecho mi deber del todo, estoy en las manos del Señor. Aunque viniera la muerte, sería el único medio para llegar más pronto al Paraíso»».

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ZENIT Staff

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