A propósito del debate sobre los abusos sexuales: nota del padre Lombardi

CIUDAD DEL VATICANO, martes 9 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la nota hecha pública hoy por el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, a través de los micrófonos de Radio Vaticano, sobre los últimos casos de abusos sexuales a menores en instituciones eclesiales.

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Desde hace algunos meses, la gravísima cuestión de los abusos sexuales a menores en instituciones gestionadas por entes eclesiales y por parte de personas con responsabilidad en la Iglesia, en particular sacerdotes, ha embestido a la Iglesia y a la sociedad irlandesa. Recientemente el Santo Padre ha demostrado su intervención, en particular con dos encuentros, primero con los más altos representantes del episcopado, y después con todos los obispos ordinarios, y prepara la publicación de una carta sobre el tema para la Iglesia en Irlanda.

Pero en las últimas semanas el debate sobre los abusos sexuales hacia menores está implicando a la Iglesia también en algunos países de Europa central (Alemania, Austria, Holanda). Sobre este asunto permítansenos algunas consideraciones.

Las principales instituciones eclesiásticas implicadas (la Provincia de los jesuitas alemanes – antes de ser implicada en el caso del Canisius-Kolleg de Berlín –, la Conferencia Episcopal alemana, la Conferencia Episcopal austríaca, la Conferencia Episcopal holandesa…) han afrontado la manifestación del problema con oportunidad y con decisión. Han dado prueba de voluntad de transparencia, en un cierto sentido han acelerado la manifestación del problema invitando a las vístimas a hablar, aun cuando se trataba de casos de hace mucho tiempo. Haciendo así, han afrontado las cuestiones “con el pie correcto”, porque el punto de partida correcto es el reconocimiento de lo que ha sucedido, y la preocupación por las víctimas y las consecuencias de los actos realizados contra ellas. Además, han vuelto a tomar en consideración las “Directivas” ya existentes o han previsto nuevas indicaciones operativas para poner en marcha también la estrategia de la prevención, para que se haga todo lo posible para que en el futuro otros gravísimos actos semejantes no se repitan.

Estos hechos empujan a la Iglesia a elaborar las respuestas apropiadas y deben inserirse en un contexto y en una problemática más amplia que tiene que ver con la tutela de los niños y de los jóvenes contra los abusos sexuales en la sociedad. Ciertamente los errores cometidos en las instituciones y por responsables eclesiales son particularmente reprobables, dada la responsabilidad educativa y moral de la Iglesia. Pero todas las personas objetivas e informadas saben que la cuestión es mucho más amplia, y que concentrar las acusaciones solo sobre la Iglesia lleva a falsear la perspectiva. Solo por dar un ejemplo, los datos recientemente proporcionados por las autoridades en Austria dicen que en un mismo periodo de tiempo los casos comprobados en instituciones relacionadas con la Iglesia son 17, mientras que ha habido otros 510 en otros ambientes. Es bueno preocuparse también de estos.

Justamente, en Alemania se estudian iniciativas, promovidas por el Ministerio de la Familia, para convocar una “mesa redonda” de las diversas realidades educativas para afrontar la cuestión en una perspectiva completa y adecuada. La Iglesia está naturalmente dispuesta a participar y comprometerse. Probablemente su dolorosa experiencia puede ser una contribución útil también para los demás. La Canciller, la señora Merkel, ha justamente reconocido a la Iglesia en Alemania la seriedad y la constructividad de su compromiso.

Para completar estas consideraciones, es bueno recordar una vez más que la Iglesia vive inserta en la sociedad civil y asume en ella sus responsabilidades, pero tiene también un ordenamiento específico distinto, el “canónico”, que responde a su naturaleza espiritual y sacramental, en la que por tanto también los procedimientos judiciales y penales son de naturaleza diversa (por ejemplo, no prevén penas pecunarias o de privación de la libertad, sino el impedimento del ejercicio del ministerio, privación de derechos en el campo eclesiástico, etc.). En el ámbito canónico, el delito de abuso sexual de menores ha sido siempre considerado uno de los más graves de todos, y las normas canónicas lo han reafirmado constantemente, el particular la Carta De delictis gravioribus de 2001, a veces citada inoportunamente como causa de una “cultura del silencio”. Quien conoce y entiende de qué se trata, sabe que ha sido una señal determinante para llamar la atención al episcopado sobre la gravedad del problema, y un impulso concreto para la elaboración de directrices operativas para afrontarlo.

En conclusión, si bien no se puede negar la gravedad del sufrimiento que la Iglesia está atravesando, no hay que renunciar a hacer todo lo posible para que se obtengan de ello al final también resultados positivos, de mejor protección de la infancia y de la juventud en la Iglesia y en la sociedad, y de purificación para la misma Iglesia.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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