A través del ministerio del sacerdote, Dios sigue salvando; asegura el Papa

Meditación la tarea del presbítero de santificar a los hombres

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 5 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- A través del ministerio de los sacerdotes, Dios sigue salvando a los hombres, aseguró Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles.

En la recta final del Año Sacerdotal, que concluirá el 11 de junio, el Papa dedicó su encuentro semanal con los peregrinos, en la plaza de San Pedro del Vaticano, a analizar la tarea del sacerdote de santificar a los hombres a través de los sacramentos y el culto.

«Queridos amigos –dijo dirigiéndose a al menos 30 mil peregrinos–, sed conscientes del gran don que los sacerdotes son para la Iglesia y para el mundo; a través de su ministerio, el Señor sigue salvando a los hombres, a hacerse presente, a santificar».

Por eso, y en medio de noticias negativas que han sido publicadas en estos días sobre presbíteros, añadió: «sabed dar gracias a Dios, y sobre todo sed cercanos a vuestros sacerdotes con la oración y con el apoyo, especialmente en las dificultades, para que sean cada vez más pastores según el corazón de Dios».

En la catequesis, alertó ante la tentación que se ha vivido en las últimas décadas de ver al sacerdote sólo como quien presenta un anuncio misionero, olvidando que su tarea consiste, además, en «santificar».

«Ningún hombre por sí mismo, a partir de sus propias fuerzas, puede poner a otro en contacto con Dios. Parte esencial de la gracia del sacerdocio es el don, la tarea de crear este contacto. Esto se realiza en el anuncio de la palabra de Dios, que nos sale al encuentro. Se realiza de una forma particularmente densa en los sacramentos», aclaró.

«Es necesario reflexionar si, en algunos casos, haber minusvalorado el ejercicio fiel del munus sanctificandi [la función de santificar ndr.], no ha representado quizás un debilitamiento de la misma fe en la eficacia salvífica de los sacramentos y, en definitiva, en el actuar actual de Cristo y de su Espíritu, a través de la Iglesia, en el mundo».

«¿Quién, por tanto, salva al mundo y al hombre?», preguntó el Papa: «La única respuesta que podemos dar es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado».

«¿Y dónde se realiza el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que trae la salvación?», añadió: «En la acción de Cristo mediante la Iglesia, en particular en el sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial redentora del Hijo de Dios, en el sacramento de la Reconciliación, en el que de la muerte del pecado se vuelve a la vida nueva, y en todo otro acto sacramental de santificación».

Por tanto, el obispo de Roma pidió «promover una catequesis adecuada para ayudar a los fieles a comprender el valor de los sacramentos» e invitó a los sacerdotes a «ser disponibles, generosos y atentos para dar a los fieles los tesoros de la gracia que Dios ha puesto en nuestras manos, y de los cuales no somos ‘dueños’, sino custodios y administradores».

«Sobre todo en este tiempo nuestro, en el que, por un lado, parece que la fe se está debilitando y, por otro, surgen una profunda necesidad y una difundida búsqueda de la espiritualidad, es necesario que cada sacerdote recuerde que en su misión, el anuncio misionero y el culto y los sacramentos nunca van separados, y promueva una sana pastoral sacramental, para formar al Pueblo de Dios y ayudarle a vivir en plenitud la Liturgia, el culto de la Iglesia, los Sacramentos como dones gratuitos de Dios, actos libres y eficaces de su acción salvadora», aseguró

Este fue el consejo que el pontífice dejó a los más de 400 mil sacerdotes del mundo: «vivid con alegría y con amor la Liturgia y el culto: es acción que el Resucitado realiza por el poder del Espíritu Santo en nosotros, con nosotros y por nosotros».

Les invitó a «volver al confesionario, como lugar en el que ‘habitar’ más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto a la Presencia real en la Eucaristía».

Por último, invitó a cada sacerdote «a celebrar y vivir con intensidad la Eucaristía, que está en el corazón de la tarea de santificar; es Jesús que quiere estar con nosotros, vivir en nosotros, donársenos él mismo, mostrarnos la infinita misericordia y ternura de Dios».

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ZENIT Staff

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