Aborto y depresión (I)

Entrevista con Theresa Burke de las Rachel’s Vineyard Ministries

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KING OF PRUSSIA, Pennsylvania, domingo, 12 marzo 2006 (ZENIT.org).- La mujer pasa por diversas etapas psicológicas en su relación con su hijo no nacido conforme avanza su embarazo, un hecho que se suele pasar por alto en el debate del aborto, afirma Theresa Burke, fundadora del Rachel’s Vineyard Ministries, un ministerio de retiros de fin de semana curativos tras un aborto.

En esta entrevista en dos partes a Zenit, Burke explica aspectos de la relación entre la mujer y su hijo no nacido, y el nexo existente entre aborto y depresión.

–¿Cuál es la naturaleza de la relación psicológica entre una mujer y su hijo no nacido según se desarrolla su embarazo?

–Burke: El embarazo no es una enfermedad. Es un acontecimiento natural que ha tenido lugar durante miles de años, en cada generación.

Los cuerpos de las mujeres están programados de modo instintivo para nutrir y sostener la vida. La relación psicológica entre la madre y su hijo no nacido es puesta en funcionamiento por cambios físicos y hormonales, pero también por un sistema de apoyo a la mujer y por una cultura.

Para la mayoría de las mujeres, el primer trimestre es una época de anticipación y entusiasmo por el embarazo, o de cólera y miedo si se trata de un embarazo no planeado.

Son comunes las sensaciones ambivalentes: la madre se maravilla del hecho misterioso de que su cuerpo sea capaz de producir vida; con todo, también puede sentirse abrumada por la responsabilidad de cuidar a otro ser humano.

Conforme el embarazo avanza, la madre puede tener tanto sensaciones positivas como negativas sobre los cambios en la forma de su cuerpo. El tercer trimestre puede incluir ansiedad sobre el nacimiento; preocupaciones por la salud de su bebé; preocupaciones sobre cómo se adaptará su pareja al nuevo miembro de la familia, así como preocupaciones económicas.

Al mismo tiempo, la mujer siente excitación y anticipación por el nacimiento próximo de su bebé y por el comienzo de una fase completamente nueva en su vida.

En el momento del nacimiento, cuando se coloca al niño en los brazo de su madre, el misterio, la maravilla, todo, culmina en un poderoso proceso de vinculación porque la madre da la bienvenida al mundo a una vida nueva y preciosa.

Podríamos decir que las mujeres también necesitan cada uno de los nueve meses de embarazo para emprender el proceso emocional y psicológico que acompaña a la maternidad. Juntos, madre e hijo pasan a través de una transformación de desarrollo dramática y rápida.

–¿Qué papel desempeñan otros factores, especialmente las presiones de las familias y de los novios, más los problemas económicos, en la decisión de abortar de una mujer?

–Burke: Cuando consideramos la retórica de la opción, podemos preguntarnos de modo más honesto: ¿de qué elección se trata?

Una investigación reciente indica que en el 95% de los casos la pareja masculina desempeña un papel fundamental en la decisión de abortar.

Otros estudios, como el informe de julio de 2005 de la Post Abortion Review del Elliot Institute, revelan que más del 80% de las mujeres daría a luz si tuvieran apoyo.

Un antiguo guardia de seguridad en una clínica abortiva testificó en Massachussets que las mujeres normalmente eran amenazadas o sufrían abusos de los hombres que las llevaban a las clínicas.

Demasiado a menudo, el aborto es la elección de otra persona y escuchamos que la mayoría de las mujeres dicen que no les quedaba otra opción sino abortar.

De hecho, el asesinato es la principal causa de muerte entre las mujeres embarazadas. Los hombres condenados por el asesinato de sus compañeras embarazadas citaban el no querer pagar el sostenimiento del niño como motivo primario.

Estas terribles estadísticas nacionales indican claramente que hay un alto nivel de coacción que conduce a las mujeres a abortos no queridos.

Sin un apoyo sólido del padre de su bebé o de su propia familia, muchas madres temen no tener recursos que proporcionar a su hijo. Dados los índices de pobreza en los progenitores solteros y los desafíos a los que se enfrenta, éste es un verdadero problema.

En demasiados casos, detrás de cada mujer que ha tenido un aborto se puede encontrar la presencia de personas que está muy implicadas en su «elección» y a menudo manipulan de forma persuasiva.

Estos pueden ser los padres de una joven que la amenazan con retirarle su amor o incluso con echarla de casa si no aborta; el profesional de salud mental o sanitario que utiliza el poder de su posición para hacer que el aborto parezca la decisión racional, madura y la única que tiene sentido dadas sus circunstancias.

Esto es especialmente problemático cuando hay indicios de algún problema de salud en el niño no nacido. En estos casos la presión para abortar suele ser realmente dura.

Para las mujeres que hacen frente a graves deformidades fetales, el 95% de aquellas a las que se les da acogida prenatal elegirán esta forma de apoyo como el hecho más humano y emocionalmente más deseable. Esto evita la pena añadida que traen consigo los abortos en una etapa avanzada, que resulta una experiencia horrorosa tanto para la madre como para el bebé.

–¿Qué ocurre con la relación psicológica cuando una mujer aborta? ¿Y hay diferencias con los efectos de un aborto espontáneo?

–Burke: Cuando una madre es desconectada de su hijo de modo precipitado y violento, hay un trauma natural. Ella experimenta una muerte no natural.

En muchos casos, ella viola su ética moral y sus instintos naturales. Se da un golpe terrible a su imagen de «madre» que nutre, protege y sostiene la vida.

He aconsejado a millares de mujeres cuyas vidas se habían roto con el trauma del aborto, que experimentaron como un procedimiento cruel y degradante. Hay pena, tristeza, angustia, culpabilidad, vergüenza y cólera.

Han aprendido a callarse a sí mismas con el alcohol y las drogas, o a dominar su trauma a través de repetírselo. Algunas renuevan el dolor de su aborto a través de la promiscuidad y de volver a abortar, atrapadas en ciclos traumáticos de abandono y rechazo.

Otras rellenan sus sentimientos a través de desórdenes alimentarios, ataques de pánico, depresión mental, ansiedad e ideas de suicidio. Algunas han sufrido daños físicos y reproductivos permanentes que las hacen incapaces de tener hijos en el futuro.

El aborto es una experiencia de muerte. Es el fallecimiento del potencial humano, de la relación, de la responsabilidad, del apego maternal, de la conectividad y de la inocencia. Tal pérdida raramente se experimenta sin conflicto y ambivalencia.

Seríamos cortos de mente si pensáramos que puede realizarse sin complicaciones. En mi libro «Forbiden Grief: The Unspoken Pain of Abortion» (Olvidar la Pena: El Dolor no Expresado del Aborto), con David C. Reardon, invitamos al lector al corazón íntimo de las experiencia humana, al lugar donde el debate del aborto rara vez penetra.

Cuando se ponen delante las polémicas, las marchas, las políticas de libertad y derechos, hay aspectos emocionales del aborto que desafían las palabras.

La agonía psicológica y espiritual del aborto es silenciada por la sociedad, ignorada por los medios, rechazada por los profesionales de la salud mental, y despreciada por el movimiento de mujeres.

El trauma post-aborto es una enfermedad grave y devastadora, que no tiene ningún portavoz famoso, ni una película para la televisión, ni ningún show televisivo que sirva de plataforma para hablarlo.

El aborto toca tres temas centrales del propio concepto de mujer: su sexualidad, moralidad e identidad maternal. También implica la pérdida de un hijo, o al menos la pérdida de una oportunidad de tener un hijo. En cualquier caso, esta pérdida debe enfrentarse,
procesarse, llorarse.

En un aborto natural, la madre también sufre la pérdida de un hijo. La diferencia está en el nivel de culpabilidad y vergüenza que experimentan las mujeres después de haber abortado por una decisión deliberada y consciente de acabar con la vida; contra un aborto natural, que ocurre debido a causas naturales.

Con el aborto, su pérdida es un secreto. No hay apoyo ni consuelo social de los amigos o de la familia.

Es importante observa que hay también un alto incremento de los abortos naturales tras un aborto provocado. Cuando una mujer pierde a un hijo querido por la experiencia de un aborto, las mujeres frecuentemente hablando de una culpa y depresión complejas, porque creen que su aborto natural es un «castigo de Dios».

[La segunda parte de esta entrevista se publicará este lunes]

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ZENIT Staff

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