Academia para la Vida: La ciencia sin respeto de la vida generará monstruos

La Asamblea propone un nuevo diálogo fe y ciencia

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ROMA, 26 febrero 2002 (ZENIT.org).- El hombre de Juan Pablo II para la atención del mundo sanitario ha advertido que si la investigación científica no
está abierta a la vida, don de Dios, «generará monstruos cada vez más grandes hasta la destrucción total».

El arzobispo Javier Lozano Barragán, presiente del Pontificio Consejo par la Pastoral de la Salud, condensó en estas palabras el desafío ético de la ciencia médica en estos momentos, al intervenir en la asamblea general de la Academia Pontificia para la Vida, que fue inaugurada este lunes.

El tema del encuentro que reúne a médicos, científicos, juristas, filósofos, bioéticos y teólogos es «Naturaleza y dignidad de la persona humana y fundamento del derecho a la vida. El desafío en el contexto cultural contemporáneo».

Ante los cerca de doscientos académicos de todo el mundo, Lozano Barragán subrayó que «la ciencia y la técnica más avanzadas, aún siguiendo leyes propias, no pueden reivindicar una autonomía tal que excluya al Creador», proclamado por esas mismas leyes.

En este horizonte, la asamblea inició sus sesiones de trabajo afrontando cuestiones como «La dignidad de la persona humana y el derecho»; «La cuestión antropológica: ¿existe una verdad incondicional sobre el hombre?»; «Capacidad de la mente humana para conocer el derecho natural».

Tras los saludos del presidente y vicepresidente de la Academia –el profesor Juan de Dios Vidal Correa y el obispo Elio Sgrecia–, abrió el lunes la serie de ponencias el arzobispo Julián Herranz, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos.

El derecho a la vida, dijo, es «un derecho primario» que no puede ser entendido como una concesión por parte de ninguna autoridad, ni por ella derogado. Su fundamento reside en la naturaleza y en la dignidad misma de la persona humana.

Sugirió la necesidad de un renovado diálogo entre fe y razón, entre filosofía y revelación «capaz de recuperar el primado de la persona».

«Este diálogo –observó el arzobispo- quizá puede aparecer hoy más difícil que en el pasado» a causa de la moderna tendencia «a rechazar la metafísica», «a marginar al ser», con todas las consecuencias que de ello se derivan, pero se trata, afirmó, «de una cerrazón intelectual que ni la fe ni la ciencia pueden aceptar».

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ZENIT Staff

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