Agencia misionera señala claves para acabar con las masacres en Uganda

Declaraciones del director de «Misna», el padre Giulio Albanese

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ROMA, miércoles, 14 julio 2004 (ZENIT.org).- La movilización de la comunidad internacional «en sus múltiples componentes» es «indispensable» para acabar con el conflicto que desde hace 18 años tiñe de sangre el norte de Uganda, alerta el director de la agencia misionera «Misna», el padre Giulio Albanese.

Con sus palabras, el misionero comboniano se hace eco del llamamiento a romper el muro de silencio que rodea las masacres de Uganda lanzado en el encuentro organizado en Roma la víspera por el semanario «Vita»–dedicado al voluntariado–, la Confederación Italiana de Sindicatos de los Trabajadores (CISL) y el Ayuntamiento de ciudad.

En la cita denunciaron este «conflicto olvidado» de África entre otros el cardenal Renato Martino –presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz–, el alcalde de Roma –Walter Veltroni–, el secretario general de la CISL –Savino Pezzotta–, el presidente de la Asociación de las ONGs italianas –Sergio Marelli—, el director editorial de «Vita» –Riccardo Bonacina– y el director de «Misna», el padre Albanese.

De hecho, Bonacina señaló a la pasividad de la comunidad internacional ante las condiciones desesperadas del norte de Uganda. Mientras que el padre Albanese, en un editorial difundido el día después, alerta de que «frente a las numerosas matanzas perpetradas por los rebeldes del LRA (“Ejército de Resistencia del Señor”), sobre todo en los distritos de las etnias Acholi y Lango, es inmoral hacer como los avestruces».

Y es que «meter la cabeza bajo la arena –explica– significaría desconocer las responsabilidades de todos aquellos que de distinta forma están implicados en este conflicto que estalló a finales de los años ‘80».

En su lucha contra el gobierno ugandés, desde 1986 los rebeldes del LRA, dirigidos por Joseph Kony –un visionario a sueldo de Sudán–, han torturado y asesinado a incontables personas (se estima en más de 120.000 la cifra de muertos), han secuestrado a más de 25.000 niños (reducidos a la esclavitud o enrolados a la fuerza en la guerrilla) y han provocado el desplazamiento de más de un millón de civiles.

«Constatando la inseguridad y la miseria determinada por la sangrienta guerra civil del norte de Uganda es indispensable que la comunidad internacional, en sus múltiples componentes, se movilice a favor de la extenuada población civil, sometida diariamente a inenarrables vejaciones por parte de numerosas bandas armadas», pide el padre Albanese.

En las sugerencias que publica en «Misna» para favorecer la reflexión sobre el conflicto, explica también que «las autoridades de Kampala deberían manifestar un mayor compromiso en garantizar la integridad de todos aquellos, laicos y religiosos, que viven en los distritos septentrionales del país».

Pero por otro lado –prosigue–, «el gobierno de Jartum debería impedir el abastecimiento de armas y municiones destinadas a los rebeldes norugandeses, entregando a la Justicia internacional a quienes han cometido crímenes contra la humanidad, el primero de ellos el líder del LRA, Joseph Kony».

De acuerdo con el padre Albanese, «el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Unión Africana (UA) y la Comisión de la Unión Europea (UE) deberían introducir en sus respectivas agendas este “conflicto olvidado”, estudiando oportunas iniciativas diplomáticas que puedan detener esta absurda espiral de violencia».

En especial es deseable «un mayor empeño de la UA –subraya–, que la semana pasada, en la cumbre de Addis Abeba, determinó el envío de un pequeño contingente de 300 hombres a Darfur» (Sudán).

Para el sacerdote, esta decisión, que «constituye además un precedente en la historia de la política panafricana, violando el principio de no injerencia en los asuntos internos de los países miembros, debería ser aplicada también a la crisis actual en el norte de Uganda».

Pero también es «obligado introducir el tema del conflicto norugandés en el programa de negociaciones entre el gobierno sudanés y el movimiento del “Ejército de Liberación Popular de Sudán” (SPLA)» «en la convicción de que la guerra en acto desde 1983 en el sur de Sudán está íntimamente ligada al conflicto norugandés» y dado que «los rebeldes de Kony aún son alimentados por el régimen de Jartum», denuncia el padre Albanese.

Tras constatar «con amargura» «la grave desatención de la prensa internacional a las guerras africanas», el misionero comboniano invita finalmente a cuantos trabajan en el sector informativo «a dar voz a los pueblos que sufren en el norte de Uganda y en el sur del mundo en general».

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ZENIT Staff

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