Agradecimiento del Papa a las personas de vida contemplativa

En la concatedral latina del Santísimo Nombre de Jesús en Jerusalén

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JERUSALÉN, martes, 11 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI al visitar la concatedral latina del Santísimo Nombre de Jesús en Jerusalén a unas trescientas personas, entre las que se encontraban religiosas contemplativas.

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Beatitud, le doy las gracias por sus palabras de bienvenida. Doy también las gracias al patriarca emérito y les aseguro a ambos mis fraternos augurios y mis oraciones.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: con alegría me reúno con vosotros en esta concatedral, donde la comunidad cristiana de Jerusalén sigue reuniéndose como lo ha hecho desde hace siglos, desde los primeros días de la Iglesia. Aquí, en esta ciudad, Pedro fue el primero en predicar la Buena Nueva de Jesucristo el día de Pentecostés, cuando cerca de tres mil almas se unieron al número de los discípulos. Aquí también los primeros cristianos «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hechos 2, 42). Desde Jerusalén el Evangelio se difundió «por toda la tierra… hasta los confines del mundo» (Salmo 19,4), y en todo tiempo el esfuerzo de los misioneros del Evangelio ha sido apoyado por la oración de los fieles, reunidos alrededor del altar del Señor, para invocar la fuerza del Espíritu Santo en la obra de la predicación.

Ante todo, las oraciones de quienes tienen la vocación –según las palabras de Santa Teresa de Lisieux– de ser «el amor profundo en el corazón de la Iglesia» (Carta a la hermana María del Sagrado Corazón) sostienen la obra de evangelización. Deseo expresar mi particular aprecio por el apostolado escondido de las personas de vida contemplativa que están aquí presentes, y agradecerles su generosa dedicación a una vida de oración y de abnegación. Agradezco en particular las oraciones que ofrecéis por mi ministerio universal y os pido que sigáis encomendando al Señor mi servicio al pueblo de Dios en todo el mundo. Con las palabras del salmista también os pido «orad por la paz de Jerusalén» (Salmo 122, 6), orad continuamente por el fin del conflicto que ha traído grandes sufrimientos a los pueblos de esta región. Y ahora os imparto mi bendición.

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

© Copyright 2009 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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