Al despedirse de Francia, el Papa ve un tiempo propicio para regresar a Dios

Según él mismo reconoce en su despedida en el aeropuerto de Lourdes

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LOURDES, lunes, 15 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI se despidió este lunes, poco después de mediodía de Francia, reconociendo tras estos cuatro días de peregrinación apostólica que «los tiempos son propicios para un retorno a Dios».

En el aeropuerto de Tarbes-Lourdes Pirineos, donde recibió la despedida oficial de primer ministro François Fillon, el pontífice confesó además que ha podido ver en este país a católicos «convencidos de su fe».

En la ceremonia, celebrada en una de las salas del aeropuerto que recibe a millones de peregrinos, el Papa revivió los momentos que lleva grabados en el corazón en las dos etapas de su décima peregrinación apostólica internacional: París (12-13 de septiembre) y Lourdes (13-15 de septiembre).

París

De su paso por la capital francesa, el Papa recordó ante todo la eucaristía que presidió en la explanada de los Inválidos, en la que participaron 260 mil personas.

«Allí encontré un pueblo vivo de fieles, orgullosos y convencidos de su fe. Vine para alentarlos a que perseveren con valentía viviendo las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia», recordó el Papa.

Asimismo rememoró las Vísperas que rezó con los sacerdotes, religiosos, religiosas, y con los seminaristas, momento en el que, como reconoció, «he querido confirmarlos en su vocación de servir a Dios y al prójimo».

 

Haciendo referencia al «momento, demasiado breve pero intenso», que pasó con los jóvenes en la plaza de Notre-Dame, en el anochecer del 12 de septiembre, aseguró: «su entusiasmo y afecto me reconfortaron».

En su repaso de la visita no podía falta una referencia al encuentro que mantuvo con el mundo de la cultura en el Instituto de Francia y en el Colegio de los Bernardinos, donde pronunció un discurso sobre las raíces de la cultura europea, particularmente en el ámbito del monaquismo, como una búsqueda de Dios.

«Considero que la cultura y sus intérpretes son los vectores privilegiados del diálogo entre la fe y la razón, entre Dios y el hombre», afirmó el Papa en el aeropuerto.

Benedicto XVI había recibido la bienvenida el 12 de septiembre tanto en el aeropuerto como en el palacio del Eliseo por parte del presidente Nicolas Sarkozy, quien en el discurso de bienvenida al Papa abogó por una «laicidad positiva».

El obispo de Roma respondió al presidente proponiendo «una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad».

Lourdes, como un peregrino

Por lo que se refiere a su presencia en la localidad de los Pirineos, «que atrae y cautiva a todo creyente», aseguró que «el Papa debía venir a Lourdes para celebrar el 150 aniversario de las apariciones» de la Virgen María a santa Bernadette Soubirous.

«Lourdes es como una luz en la oscuridad de nuestro ir a tientas hacia Dios», añadió, explicando que «María ha abierto una puerta a un más allá que nos cuestiona y seduce. María, Puerta del Cielo».

«He acudido a su escuela durante tres días», reconoció. «Ante la gruta de Massabielle, he orado por todos ustedes. He rezado por la Iglesia. He orado por Francia y el mundo».

El Papa celebró dos misas en Lourdes el domingo, con la participación de 190 mil peregrinos, y el lunes, en la que participaron unas 70.000 personas, muchos enfermos.

«Las dos eucaristías celebradas en Lourdes me han permitido unirme a los fieles peregrinos –confío–. Convertido en uno de ellos, he seguido las cuatro etapas del camino del Jubileo, visitando la Iglesia parroquial, la prisión, la Gruta y finalmente la capilla de la hospedería».

«También he rezado con y por los enfermos que vienen en busca de restablecimiento físico y esperanza espiritual. Dios no los olvida, y tampoco la Iglesia», evocó.

«Como cualquier fiel peregrino –siguió diciendo–, he querido participar en la procesión con las antorchas y en la procesión eucarística. En ellas se elevan a Dios súplicas y alabanzas».

Por último, hizo alusión al detallado discurso que dirigió este domingo por la tarde a los obispos de Francia en el hemiciclo en el que suelen celebrar periódicamente sus reuniones plenarias.

«He querido compartir con ellos mi convicción de que los tiempos son propicios para un retorno a Dios», afirmó.

«Que Dios bendiga a Francia», dijo despidiéndose. «Que en su suelo reine la armonía y el progreso humano, y que su Iglesia sea levadura en la masa para indicar con sabiduría y sin temor, de acuerdo a la misión que le compete, quién es Dios».

«¿Regresaré a su hermoso país?», se preguntó. «Es mi deseo, deseo que encomiendo a Dios. Desde Roma, les estaré cercano y, cuando me detenga ante la réplica de la Gruta de Lourdes, que se halla en los jardines del Vaticano desde hace poco más de un siglo, les tendré presentes», concluyó.

El Papa regresó al aeropuerto de Ciampino, en Roma, en un avión AirFrance e inmediatamente se dirigió a la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde continúa con sus actividades ordinarias hasta el final del verano.

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ZENIT Staff

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