Al tomar posesión de su iglesia, el cardenal Zen Ze-Kuin une a China con Roma

El cardenal Zen Ze-Kuin tomó posesión de la iglesia de Santa María Madre del Redentor

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ROMA, jueves, 1 junio 2006 (ZENIT.org).- El cardenal Zen Ze-Kiun presidió este miércoles, en Tor Bella Monaca, Roma, la solemne celebración eucarística con la que tomó posesión de la iglesia de Santa María Madre del Redentor, un gesto que, según explicó, une a China con Roma.

El cardenal confesó que se sentía «feliz al venir a tomar el Título». «Es una bella tradición –reconoció–; me da la ciudadanía romana; moriré romano aunque sea chino».

En la homilía, subrayó «la profunda comunión que hay entre él, y con él su pueblo, con la Iglesia. El Papa a mi no me dice nada sobre lo que debo hacer pero a vosotros dice que me aceptéis: ¡salgo ganando! Yo me ofrezco a vosotros y, conmigo, os ofrezco mi pueblo chino».

Y, comentando brevemente las ordenaciones ilícitas de obispos, afirmó: «Nuestro pueblo tiene el sentido de la fe, permanecemos fieles a Roma. Son pocos los que nos han dejado porque están confusos».

El cardenal Joseph Zen Ze-Kiun, obispo de Hong Kong, fue elevado a la púrpura cardenalicia el 24 de marzo de 2006 por Benedicto XVI. Nació en 1932 en Shangai, fue ordenado sacerdote en Hong Kong en 1961, y hasta 1973 fue profesor del seminario católico de la ex-colonia inglesa.

En 1978, fue nombrado superior provincial de los salesianos para la China «externa» (Hong Kong, Macao y Taiwán). Dejó pronto el encargo y desde 1983 hasta 1996 fue profesor en varios seminarios de la Iglesia oficial y de la clandestina, en diversas zonas de China. En estos años adquirió una gran experiencia de la realidad de las dos Iglesias católicas chinas. En 1996, es nombrado obispo coadjutor de Hong Kong y en 2002 es nombrado obispo de la misma diócesis.

Recordando a los católicos de su diócesis de Hong Kong, unos doscientos cincuenta mil en un total de siete millones de habitantes, dio gracias a Dios por el don de la fe. «Nosotros hemos recibido esta fortuna que es la fe, otros no la tienen , sobre todo en China. Y, como María, que no ha querido gozar sola de esta fe, así también nosotros debemos compartir esta fortuna nuestra de la fe», afirmó.

Concluyó diciendo: «Yo vengo entre vosotros como hermano y juntos compartimos la alegría de ser hijos de Dios».

El párroco, don Riccardo Viel, dijo al cardenal: «A su regreso, diga a sus fieles de Hong Kong que ha encontrado otros nuevos y buenos parroquianos suyos».

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ZENIT Staff

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