Alegato del portavoz de la Santa Sede contra la pena de muerte

Pide una movilización para que los casos de su legalización sean inexistentes

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- «Soy contrario al recurso a la pena de muerte». El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha escogido la primera persona para manifestar la oposición de la Iglesia católica al actual recurso a la pena capital.

«No la quiero ni en China, ni en Irán, ni en los Estados Unidos, ni en India, ni en Indonesia, ni en Arabia Saudí, ni en ninguna parte del mundo», afirma adoptando un tono inusual en el editorial del semanario «Octava Dies», producido por el Centro Televisivo Vaticano.

«No la quiero por lapidación ni por fusilamiento, ni por decapitación, ni mediante la orca, la silla eléctrica, ni por inyección letal. No la quiero dolorosa o sin dolor. No la quiero en público, ni en secreto», sigue diciendo.

«No la quiero para las mujeres, ni para los hombres; no para los minusválidos, ni para los sanos. No la quiero para los civiles, ni para los militares; no la quiero ni en paz, ni en guerra. No la quiero para quien puede ser inocente, pero tampoco la quiero para los reos confesos.No la quiero para los homosexuales. No la quiero para las adúlteras. No la quiero para nadie», aclara.

«No la quiero ni siquiera para los asesinos, para los mafiosos, para los traidores y para los tiranos. No la quiero por venganza, no para liberarnos de prisioneros incómodos o costosos, y ni siquiera por presunta misericordia». 

«Porque busco una justicia más grande –añade el padre Lombardi–. Y es bueno caminar por este camino para afirmar cada vez más, a favor de todos, la dignidad de la persona y de la vida humana, de la cual no somos nosotros quienes disponemos».

Como dice el Catecismo de la Iglesia católica citando a Juan Pablo II, hoy para los estados, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «son prácticamente inexistentes».

Por ello, concluye el portavoz vaticano: «Hagamos que sean inexistentes. Es mejor».

 

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ZENIT Staff

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