Alemania: La Cámara baja reconoce las uniones homosexuales

Según los obispos, «el Gobierno promueve comportamientos inmorales»

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BERLIN, 12 nov (ZENIT.org).- Las uniones homosexuales gozarán en Alemania de derechos propios del matrimonio, aunque persiste la prohibición de la adopción de niños.

La medida fue aprobada por la Cámara baja (Bundestag), el viernes pasado, gracias al apoyo de la coalición socialdemócrata-verde que apoya al actual gobierno.

Se opusieron a la aprobación de la ley los principales partidos de la oposición, la Unión Cristianodemócrata (CDU) y Partido Liberal (FDP), que la consideran anticonstitucional.

La CDU ha amenazado con presentar un recurso ante la Corte Constitucional. El artículo 6 de la Ley Fundamental sanciona, de hecho, la «tutela particular» del matrimonio y de la familia.

La cuestión del dudoso carácter constitucional de la ley había suscitado dudas incluso en la coalición gubernamental. El ministro federal de Interior, el socialdemócrata Otto Schily, había enviado en julio una dura carta a la dirección de su partido en la que decía: «La ley equipara las uniones homosexuales con el matrimonio. Desde mi punto de vista, esto es inconciliable con la Constitución. Formas de uniones alternativas no pueden gozar de la misma tutela que el matrimonio».

Tras fuertes presiones de la cúspide del Partido, según ha revelado a la prensa, Schily se vio obligado a retirar sus críticas.

Por su parte, el poscomunista Partido del Socialismo Democrático (PDS) se opuso a la ley, pero por considerar que se queda corta.

Con la medida, la coalición en el poder quiere sentar las bases para una futura equiparación legal total con las familias tradicionales que abarcará el derecho familiar, de arrendamientos, penal, fiscal y de herencias.

La nueva ley prevé, ante todo, una solemne ceremonia de «unión» (se evita cautamente la palabra matrimonio) ante el Ayuntamiento y su inscripción en un registro civil particular.

Por ejemplo, en caso de separación, el miembro de la pareja homosexual con menos posibilidades económicas, como sucede en caso de divorcio, tendrá derecho al pago de los alimentos. En caso de muerte, se aplica el mismo derecho a la herencia de las parejas casadas, y lo mismo sucede con los contratos de alquiler, luz, teléfono y otros servicios, que correrán a cargo, automáticamente, del ««viudo» o «viuda». Un homosexual podrá negarse a testimoniar en un proceso a cargo de su compañero o compañera civilmente registrado.

La voz de la Iglesia
El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el obispo de Maguncia Karl Lehmann, ha criticado con claridad esta ley, a la que considera como «la promoción y el apoyo intencionado del estilo de vida homosexual».

En esta materia, la Iglesia católica alemana, obispos y laicos se han mostrado unidos. La única voz de disenso ha venido de algunos pequeños grupos católicos que militan en la extrema izquierda.

Hace cuatro días, en vísperas del debate en el Parlamento, los obispos habían difundido una larga declaración en la que con todo detalle contestaban once afirmaciones planteadas por quienes apoyan la ley. El texto llevaba por título «Lo que es diverso no es igual».

Y en su reunión plenaria de otoño, a finales de septiembre pasado, habían criticado la Carta de los Derechos de la Unión Europea que, confiando a las legislaciones nacionales la formulación del derecho de familia, introducía «un debilitamiento y un cambio del concepto de matrimonio».

Hoy confirman que la legalización de las uniones homosexuales está en contradicción con la Ley Fundamental alemana.

En realidad «las uniones homosexuales, aparte de algunos detalles insignificantes, son equiparadas al matrimonio aunque no son llamadas con este nombre para dar la vuelta a la Constitución», afirma el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia.

«Tal modo de tratar la verdad es vergonzoso –sigue comentando el purpurado en las columnas de «Bild Zeitung»–. Nuestro Gobierno promueve explícitamente comportamientos inmorales y participa conscientemente en la destrucción de los valores fundamentales, ya vacilantes, de la sociedad».

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ZENIT Staff

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