Alfonsa Clerici: educadora y madre, espiritual camino a los altares

Hermana de la Preciosísima Sangre, será beatificada el próximo 23 de octubre

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VERCELLI, viernes 20 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- El compromiso de la hermana Alfonsa Clerici con sus alumnos iba más allá de una “asistencia piadosa”. El amor y la entrega a cada uno de ellos se tradujo en “propuestas e iniciativas de todo tipo, en el plano religioso, espiritual y cultural para su auténtica y más completa posible promoción humana y cristiana”, así testimonió una de sus alumnas durante el proceso para su beatificación.

La hermana Alfonsa será beatificada el próximo 23 de octubre en la diócesis de Vercelli, región del Piamonte, al norte de Italia. La ceremonia será presidida por monseñor Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos en representación del Papa Benedicto XVI.

Religiosa y educadora

Alfonsa nació en Linate el 14 de febrero de 1860. A los 15 años entró al colegio de las Hermanas de la preciosísima Sangre en Monza. En 1879 consiguió el diploma de maestra en grado superior y comenzó a enseñar en la escuela pública de Linate.

A los 23 años ingresó en la comunidad del colegio donde había estudiado: “Yo que tengo el honor de llevar el nombre de Hermana de la Preciosísima Sangre”, escribió la religiosa cuando emitió sus votos temporales, “estaré contenta donde haya más sacrificio, estaré contenta de derramar la sangre de la voluntad, del amor propio”,  dijo.

La congregación a la que perteneció la hermana Alfonsa tiene el carisma de la vida comunitaria intensa, así como la educación en la que resaltan a sus alumnos la dignidad como hijos de Dios. También se dedican a la asistencia a los enfermos y a la promoción de la mujer. Actualmente se encuentran en Italia, Brasil, Kenya, Timor Oriental y Myanmar.

Luego de emitir sus votos, la hermana Alfonsa enseñó en el colegio donde había estudiado. Allí fue también la directora de 1898 a 1907.  El principal desafío que enfrentó fue la solución de una gran crisis económica que sufrió su instituto. Ella misma admitió que se trataba de “una comunidad que reordenar, que reformar pero no que deshacer”.

Misión

La hermana Alfonsa fue llamada en 1911 a dirigir el colegio Retiro de la providencia, ubicado en Vercelli. Se trataba de un instituto de acogida de personas huérfanas o que vivían en una situación familiar difícil.

“Era el consejo de administración el que guiaba y seguía este colegio, pero tenían pocos recursos”, dijo a ZENIT su postuladora la hermana Santina Dino.

“Encontraron estos chicos, algunos pequeños que no lograban tener una educación completa porque faltaba el dinero. Ella buscaba mejorar la situación”, comentó la religiosa.

Su santidad se fue forjando en pequeñas acciones de caridad que tenía con sus alumnos y con las personas más necesitadas que llegaban a este instituto.

“Muchos pobres y atribulados iban diariamente al Instituto para obtener un pedazo de pan o un vestido y, sobre todo un poco de amor, que la hermana Alfonsa sabía dan con alegría. Ninguno se iba desilusionado, todos recibían algo de ella, sea material o espiritual”, asegura su postuladora.

Una caridad que se fundaba en una vida espiritual muy profunda y particular. Por ello su biografía se titula Con la fronte per terra, (Con la frente por tierra n.d.t), “Oraba de rodillas y ponía su frente en la tierra”, indicó su postuladora.

Confianza en la providencia

La hermana Santina cuenta que un día, durante la Primera Guerra Mundial, un soldado fue a pedirle dinero. La hermana Alfonsa sólo tenía la cantidad exacta para comprar una lámpara para el Santísimo. Ella le dijo que no lo podía ayudar económicamente. En la noche no pudo dormir y decidió darle ese dinero al soldado.

Al día siguiente fue una condesa a visitarla y a darle una ofrenda. “Era la misma cantidad que le había dado al soldado. ¡El Señor se lo había devuelto!”, cuenta su postuladora.

Entre el 12 y el 13 de enero de 1930, la hermana Alfonsa sufrió una fuerte hemorragia cerebral mientras que oraba con su habitual posición de la cabeza en el suelo. Así fue encontrada. Murió al día siguiente.

Durante su proceso de beatificación, cinco de sus alumnas, cuyas edades oscilaban entre 85 y 87 años, dieron su testimonio sobre los actos de caridad de esta religiosa: “Lo más bello es que todas las interrogadas decían lo mismo: eran bien tratadas, ella sabía estar cercana a todas y buscar para cada una la mejor solución, sea llevarlas de vacaciones, ayudar a resolver su situación familiar. Ella vivió en el silencio y en la pobreza en este instituto”, concluyó su postuladora.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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