Alma eucarística: muere el obispo de la diócesis china de Linfen

Monseñor Giuseppe Sun Yuanmo tenía 86 años

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PEKÍN, miércoles, 8 marzo 2006 (ZENIT.org).- La Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos confirmó el miércoles, a través de su órgano informativo «Fides», el fallecimiento del obispo de la diócesis china de Linfen (distrito de Hongdong, provincia de Shanxi), monseñor Giuseppe Sun Yuanmo.

Integran esa circunscripción eclesiástica 36 sacerdotes, 60 religiosas y 30.000 católicos.

Numerosos fieles han participado cada día en la Misa vespertina celebrada durante seis días tras la muerte del prelado, el pasado 23 de febrero.

El frío polar y la abundante nevada no impidieron la participación, en los funerales que tuvieron lugar el pasado día 28, de más de 2.000 fieles, todos los sacerdotes de la diócesis y tres obispos de las diócesis limítrofes, que quisieron despedirse del «anciano y fiel testigo de Cristo», como le describe el dicasterio misionero.

Había nacido el 7 de noviembre de 1920 en Zhuangyuan, en el distrito de Hongdong –a casi 600 kilómetros al sudoeste de Pekín–.

Ingresó en el seminario menor diocesano a la edad de 15 años. Habiendo concluido los estudios de Filosofía y Teología fue ordenado sacerdote en 1948.

Tras algunos años en la Universidad Fu Jen de Pekín, desarrolló su labor sacerdotal en la provincia de Guanxi, al sur de China continental.

«Durante el difícil período de la Revolución cultural (1966-1976), regresó a su pueblo natal donde, por reeducación, fue condenado durante 13 años a trabajos agrícolas», recuerda «Fides».

A continuación sirvió en su diócesis como párroco, rector del seminario menor y director espiritual del convento de religiosas.

Consagrado obispo, se encargó del pastoreo de la diócesis, primero como auxiliar, y desde 1991 como ordinario.

Tenía 86 años, pero ya hace algunos que venía sufriendo; su estado se agravó el pasado otoño. Siempre lúcido y muy sereno, en los últimos meses se alimentaba con dificultad.

Un sacerdote que le asistió hasta el final recuerda: «Su gentileza y espiritualidad ciertamente influyeron en mi vocación. Me animaba siempre a orar y a la adoración ante el Santísimo Sacramento».

Otras personas que le conocieron le describen como un «infatigable trabajador» y una persona «muy gentil, severa consigo misma, pero generosa con los demás».

«Un obispo ejemplo de piedad y de virtud que –concluye “Fides”–, trabajando fielmente, puso bases sólidas para el futuro de su iglesia».

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ZENIT Staff

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