Andrea Riccardi: Los desafíos de la Iglesia, a 40 años del Concilio

Presenta un libro sobre la historia del cristianismo de 1958 hasta hoy

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ROMA, 15 octubre 2002 (ZENIT.org).- El Concilio Vaticano II no trajo una reforma de unos días a la Iglesia católica, es un proyecto que hay que seguir acogiendo y viviendo, afirma Andre Riccardi.

Profesor de Historia Contemporánea en la Terza Università degli Studi di Roma y fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, Riccardi ha colaborado con el libro «Historia del Cristianismo. Crisis y renovación (de 1958 a nuestros días)», volmen XIII volumen de la «Historia del Cristianismo», que decican las editoriales Borla – Città Nuova al cristianismo contemporáneo.

El texto, fruto de importantes estudios franceses, saldrá a la venta en Italia la próxima semana.

Este volumen, aclara Riccardi en el prólogo, es «un texto revelador de la complejidad del mundo cristiano», escribe Andrea Riccardi. En esta entrevista concedida a Radio Vaticana explica por qué.

–¿Hasta qué punto se ha llevado a efecto el mensaje del Concilio Vaticano II?

–Andrea Riccardi: El Concilio Vaticano II no es un Concilio para pocos años. No es un proyecto de reforma, sino que se dirige a más de una generación para marcar la vida de la Iglesia. Se ha realizado, pero en parte hay que seguir acogiéndolo en la situación actual en la que vive el mundo, en la que vive la Iglesia.

–¿Cómo se puede recibir ahora este Concilio?

–Andrea Riccardi: Hay algunos puntos importantes. El primero es el tema de la liturgia, que hay que profundizar, porque creo que la liturgia es el corazón central de la Iglesia y el Concilio ha vuelto a proponer la liturgia como centro del pueblo de Dios, como corazón comunitario de un pueblo de Dios que ante todo escucha la Palabra del Señor, se nutre de los Sacramentos y se dirige en la oración al Padre.

Además está la «Dei Verbum»: debemos sumergirnos más en la Biblia, afirmando aquella primacía de la Palabra de Dios, que es algo espiritual y que tiene relación con la vida de todos los fieles. Desde aquí, desde una Iglesia que escucha la Palabra de Dios, desde una Iglesia que canta su oración, que reza en torno a la Palabra del Señor, a la presencia del Señor, debe surgir un mensaje de alegría y de esperanza –«Gaudium et Spes»–, de simpatía con las vicisitudes de los hombres, «todos y sobre todo los más pobres», como decía el Papa Juan XXIII.

–El Concilio dio una impronta ecuménica a la actividad de la Iglesia católica. En este sentido, ¿qué progresos ha experimentado el diálogo ecuménico en los últimos tiempos?

–Andrea Riccardi: Enormes. La Iglesia católica, en relación con las Iglesias ortodoxas, pero también con las evangélicas, ha realizado enormes progresos en fraternidad y en amistad, en conocimiento y en comprensión. Las dificultades de la hora presente hay que medirlas a la luz del camino realizado en 40 años, que ha sido un camino de una rapidez extraordinaria. Hoy, las Iglesias se consideran parte de un único destino y han descubierto lo que las une, si bien hay problemas que las dividen. Creo que en el mundo contemporáneo se debe comprender cada vez más qué quiere decir la solidaridad entre las Iglesias: actuar en el mismo camino aunque con pasos y recorridos distintos.

–Usted ha escrito en el prólogo del libro: «El movimiento ecuménico, aún intenso, no unifica un cristianismo todavía firmemente arraigado en las diferentes tradiciones». ¿A dónde se llegará?

–Andrea Riccardi: El cristianismo unificado será un cristianismo que salvará la pluralidad de las diferentes tradiciones y de los distintos modos de expresión. El verdadero problema es avanzar aún más en el camino de la unidad, para que el mandamiento del Señor, «Que sean uno» — que es su súplica, pero también el mandamiento que nos da–, se realice.

–Andrea Riccardi: Hemos superado una fase de optimismo, cuando se decía que había una tercera Iglesia a las puertas que habría sustituido a la Iglesia occidental: hoy vemos que aquella que fue definida como la tercera Iglesia –la Iglesia en África, la Iglesia en América Latina– se presenta con numerosos problemas. Además de las guerras en África, está el desafío de las sectas en América Latina y en Asia: existen grandes problemas que tienen que afronta la Iglesia en África y Latinoamérica –muy diferentes entre sí–. En África además existe el problema de la comunicación del Evangelio, de la misión: todo ello hay que afrontarlo con mucha decisión. Creo que hoy es cada vez más necesaria una Iglesia que tenga la capacidad de ser acogedora y misionera. También me refiero a América Latina.

–¿Qué realidad representan, en la historia del cristianismo, los nuevos caminos de vida cristiana?

–Andrea Riccardi: Son muy importantes, sobre todo porque se unen a esta Iglesia que se esfuerza cada vez más en comunicar el Evangelio, tanto en las tierras de antigua cristiandad como en las nuevas.

–Del contexto que se pone de manifiesto en el estudio, ¿qué caracteriza al cristianismo del siglo XXI?

–Andrea Riccardi: El cristianismo se desarrolla en una tradición profunda, pero vive en un mundo distinto, un mundo que ya no es bipolar, un mundo multipolar, un mundo complejo, un mundo en el que las amenazas de guerra, las divisiones entre los pueblos son fuertes. Pero en cierto sentido, la Iglesia católica representa también una globalización de la comunión de la fe, que no tiene fronteras.

–¿Y de cara al futuro?

–Andrea Riccardi: Vivir con fe, con audacia en este tiempo, sin dejarse atrapar por el clima de pesimismo que tantas veces rodea nuestras empresas humanas.

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ZENIT Staff

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