Anna Katharina Emmerick vista con los ojos de una ortodoxa

Entrevista a la artista e historiadora libanesa Lina Murr Nehmé

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 octubre 2004 (ZENIT.org).- Lina Murr Nehmé es ortodoxa y libanesa. Artista e historiadora, ha escrito numerosos libros en el campo de la historia, del arte y la exégesis. Con motivo de la beatificación de Anna Katharina Emmerick ha publicado (Éditions François-Xavier de Guibert), una nueva versión de «La amarga Pasión de Cristo», ilustrada con una estupenda iconografía que ahora sale en las librerías francesas.

Lina Murr Nehmé ha participado en la Misa de beatificación de la mística alemana este domingo, en la plaza de San Pedro (en el Vaticano). Esta es la entrevista que ha concedido a Zenit.

–¿Cuál es el mensaje que deja Anna Katharina Emmerick a nuestro tiempo?

–Lina Murr Nehmé: Creo que su mensaje esencial es ecuménico y que quienes la acusan de ser sectaria no la conocen. Para ella, los hombres y las mujeres no son buenos o malos en función de su religión o ideas, sino por motivo de sus actos. Por ejemplo, describe a Pilatos y a los grandes sacerdotes judíos con la misma severidad, pero utiliza un tono muy diferente cuando habla de la mujer de Pilatos, o de los judíos, o de los romanos compadecidos que mostraban gestos de misericordia hacia esta persona que, para ellos, no era ni Dios, ni el Mesías, sino un simple condenado.

Es verdad que en «La Amarga Pasión» escribe acusaciones sobre todo contra los judíos, pero es porque narra una tragedia que tuvo lugar en tierra judía. Cuando narra tragedias que han tenido lugar en tierras paganas, acusa a los paganos. De hecho, es lógico: la muchedumbre, con algunas excepciones, en general es perseguidora, y la escena de la Pasión lo demuestra con fuerza.

–Usted es ortodoxa. ¿Por qué se interesó por Anna Katharina Emmerick?

–Lina Murr Nehmé : En el cielo no hay cisma ortodoxo. O Anna Katharina ha vivido el Evangelio y está en el cielo y entonces nos pertenece a todos, o no lo ha vivido y entonces no nos interesa. Ser ortodoxo o católico no cambia la actitud de una Iglesia ante los santos de la otra, pues pensamos lo mismo sobre todos los problemas importantes de la fe. No comprendo por qué debería privarme de la mitad de los santos. La unión es un enriquecimiento, y de hecho he escrito los argumentos bíblicos que me han convencido sobre la legitimidad del Papa en un anexo de mi libro «1453: Mahoma II impone el cisma ortodoxo» («1453 : Mahomet II impose le schisme orthodoxe»), aunque es una cuestión muy larga sobre la que ahora no tenemos tiempo para hablar.

–Anna Katharina Emmerick, ¿ha influido en su manera de ver al Papa y los demás elementos de la fe?

–Lina Murr Nehmé : Sí. En el momento en que me di cuenta de que contaba cosas, que en su mayoría eran lógicas, me vi obligada, por honestidad, a darme cuenta de que estaba equivocada mi visión tan negativa del papado, del Antiguo Testamento, de Moisés, de los profetas y de los judíos de la Antigüedad. He investigado en la Biblia, y me vi obligada a reconocer que lo que decía de los judíos y de sus profetas era exacto desde el punto de vista evangélico. Este replanteamiento ha sido una de las experiencias más dolorosas de mi vida, y ciertamente la más dolorosa para mi orgullo. Me parece ridículo que se acuse a Anna Katharina de antisemitismo, cuando obliga al lector más hostil a los judíos a rehabilitarles en lo que tienen de más sagrado y a amarles.

–¿Cómo conoció a Anna Katharina Emmerick?

–Lina Murr Nehmé: Me hablaron de ella sacerdotes franceses cuando era joven. Me prestaron el libro sobre la Pasión. Lo abrí y lo cerré inmediatamente: «Es un camelo», pensé. Pero diez años después, al querer escribir un libro sobre Cristo, me di cuenta de que, aparte de la Biblia y de Flavio Josefo, prácticamente no había otros escritos de esa época que hablaran de esa sociedad. La mayoría, por desgracia, han desaparecido. Y como me habían dicho que Anna Katharina ofrecía información histórica y arqueológica, que después se demostraría exacta, compré sus libros para poder contar con pistas que yo después podría verificar o descalificar con mis investigaciones. Nunca cito a Anna Katharina en mis obras científicas, pero lo que escribo se lo debo a las investigaciones que he realizado para ver si lo que decía era verdadero.

–¿Cómo describiría a Anna Katharina en cuanto religiosa?

–Lina Murr Nehmé : Creo que ante todo hay que situarla en su Orden, la de los Agustinos, que fue también la Orden de Martín Lutero y de Erasmo. Es una coincidencia curiosa, pues Anna Katharina es su antítesis, sobre todo la antítesis de Erasmo. Anna Katharina, como Erasmo, tuvo una influencia decisiva en la Europa de su época con sus escritos. Pero Erasmo se dedicaba a criticar; Anna Katharina hacía lo contrario. De hecho, ella fue víctima del espíritu de burla y de hostilidad que él había sembrado. Si hubiera vivido uno o dos siglos antes que él, no se habría necesitado tanto tiempo para canonizarla a causa de sus visiones, como lo prueba el ejemplo de santa Catalina de Siena, cuyos textos son todavía menos «fáciles» que los de Anna Katharina Emmerick. Pero, ¿por qué sólo criticamos a los santos? ¿Qué se podría decir de Erasmo?

–¿Qué se puede decir de Anna Katharina en cuanto mujer?

–Lina Murr Nehmé : Nos preguntamos por qué una mujer, Anna Katharina, ha recibido esta ciencia que tantos hombres habrían querido tener. Quizá porque, como decía san Pablo, la fuerza de Dios se manifiesta en los débiles. La ciencia se había convertido en una diosa para los hombres, y los reyes más cristianos, los Papas, permitían que con su propio dinero hubiera artistas que honraran, sobre las puertas de sus palacios, y a veces en sus iglesias, dioses y diosas cuyas estatuas fueron rotas por los primeros cristianos. Si los ricos le abandonan, Dios llamará a los pobres. Si los hombres le abandonan, Dios escogerá a mujeres para darles lecciones, como hizo después de la Pasión, cuando envió a las mujeres a anunciar la Resurrección a los discípulos.

Y Anna Katharina era eso que los hombres situados en puestos elevados, amantes del nuevo arte pagano, consideraban como lo más despreciable: una campesina analfabeta, una religiosa expulsada de su convento, una enferma. De este modo nos damos cuenta de cómo la igualdad que nos han llevado a reclamar es ficticia: ¿qué igualdad podía exigir Anna Katharina, si no tenía la fuerza para mover la cesta de ropa mojada que ponían sobre su cama porque nadie la quería? Y sin embargo, Clemens Brentano, una de las estrellas literarias de su época, la consideraba infinitamente superior a él. Hoy sentimos la necesidad de arrodillarnos ante ella, y no ante sus perseguidores.

–Para usted, ¿qué significa al beatificación de Anna Katharina Emmerick?

–Lina Murr Nehmé: Creo que hay que reconocer la valentía de Juan Pablo II y de su Iglesia, que han reconocido la santidad de Anna Katharina Emmerick, en una época en la que basta decir que uno no la desprecia para ser despreciado.

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ZENIT Staff

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