Ante el drama de la migración

Las propuestas de la Iglesia en el encuentro de obispos de la frontera sur de México

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VER

Es una vergüenza nacional el mal trato que reciben tantos migrantes centroamericanos que pasan por nuestro país, en su intento por llegar a los Estados Unidos. Nos duelen tantas vejaciones que reciben, pues los extorsionan, los engañan, los secuestran, los obligan a trabajar para el tráfico de droga, los asesinan y les hacen casi imposible lograr su sueño. Nos preocupa en particular la trata de mujeres, pues las violan, las embarazan, las utilizan para negocios sucios y hasta para el crimen. Se les ha impedido usar el tren llamado “La Bestia”, pero ellos no se detienen y buscan caminos de extravío, donde se exponen a caer en redes de la delincuencia organizada y a ser más explotados por los llamados “coyotes o polleros”.

Chiapas tiene necesidad de mano de obra centroamericana para el corte de caña y del café, para el cultivo del plátano y para la pesca en alta mar. Sin su trabajo, se dañaría la economía local. Son necesarios. Afortunadamente, se han dado pasos para que tengan tarjetas temporales de empleo digno, con acceso a servicios de salud y a otras prestaciones, pero esto todavía se podría ampliar más. De igual modo, se les han concedido más pases locales, pero sólo para que estén en Chiapas, Campeche, Tabasco y Quintana Roo. A ellos les interesaría poder viajar por todo el país sin necesidad de visa, como lo hacen entre los países de Centro América, que tienen libre tránsito entre ellos.

Para dialogar sobre este fenómeno migratorio, nos reunimos en Tapachula obispos del Sur de México. Nuestro intento era que participaran también obispos de Guatemala, Honduras y El Salvador, pero fallaron las comunicaciones oportunas. Esperamos que en otra ocasión se pueda lograr. Intercambiamos informaciones, compartimos lo que se hace en las más de 70 casas que hay en todo el país para ofrecer a los migrantes alimento, hospedaje, salud, descanso, paz y apoyo jurídico, e hicimos algunas propuestas.

PENSAR

El Papa Francisco dijo: La Iglesia abre sus brazos para acoger a todos los pueblos, sin discriminaciones y sin límites, y para anunciar a todos que Dios es amor. Desde el principio, la Iglesia es madre con el corazón abierto al mundo entero sin fronteras. Misión de la Iglesia es amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados; entre éstos, están ciertamente los emigrantes y los refugiados” (3-IX-2014).

ACTUAR

En nuestro encuentro de obispos de la frontera sur, nos propusimos:

Sensibilizar a las comunidades creyentes para que sean solidarias con los migrantes, los aprecien como hermanos y no los califiquen a todos como delincuentes.

Reconocer como causas fundamentales de la migración la pobreza, la falta de trabajo y la violencia.

Alentar alternativas de trabajo en los propios países, sobre todo en el campo, para que los pobres no se sientan obligados a emigrar.

Insistir al gobierno de Estados Unidos que, en vez de gastar tantos millones de dólares en contener la migración, use esos recursos en apoyar la generación de empleos y de desarrollo digno en los países expulsores de migrantes.

Que el gobierno de nuestro país no atienda el fenómeno migratorio como asunto de seguridad nacional, sino como problema humano de integración, para que los discursos de fraternidad con esos países correspondan a la realidad.

Seguir proponiendo formas legales para que los migrantes centroamericanos puedan pasar con más seguridad entre nosotros; que se amplíen las cuotas para trabajadores temporales y los permisos de estancia legal en nuestro país.

Elaborar catequesis bíblicas y pastorales, para educar a nuestros grupos católicos en la solidaridad con los migrantes.

Seguir formando personal más capacitado para atenderlos en las Casas que ya tenemos para ellos.

Que su atención no se reduzca a esas Casas, sino que se involucre a toda la comunidad diocesana en esta pastoral de solidaridad fraterna.

Ver la posibilidad de elaborar un Carta Pastoral sobre Migración en forma conjunta con los obispos de Centro América, para fortalecer esta pastoral migratoria entre nuestros países.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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