Ante la tentación de la eutanasia, el Papa pide un compromiso general por la vida

En su discurso a la Conferencia Internacional del dicasterio para la Salud

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 noviembre 2007 (ZENIT.org).- «Un compromiso general» de respeto a la vida reclama Benedicto XVI ante «la tentación de la eutanasia».

Esa tentación «se presenta como uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar», recuerda el Papa a científicos, investigadores, personal sanitario, políticos y agentes de pastoral citando «Evangelium vitae» (de Juan Pablo II).

Escucharon esta advertencia los participantes –recibidos el sábado en audiencia — de la XXII Conferencia Internacional que ha promovido, del 15 al 17 de noviembre en el Vaticano, el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud sobre el tema «La pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos».

«Un “peso” y “un problema” para la sociedad»: así tiende a considerar la «actual mentalidad eficientista» a los ancianos enfermos, denunció Benedicto XVI.

Pero «quien tiene sentido de la dignidad humana sabe que, en cambio, hay que respetarles y sostenerles mientras afrontan serias dificultades ligadas a su estado», subrayó.

«Testimonio ejemplar de fe y de valor» en su enfermedad, Juan Pablo II exhortaba a médicos y científicos a no ceder jamás «a la tentación de recurrir a prácticas de acortamiento de la vida enferma y anciana, prácticas que resultarían ser, de hecho, formas de eutanasia», recordó Benedicto XVI.

«La vida del hombre es don de Dios que todos estamos llamados a custodiar siempre», también «los agentes sanitarios, cuya misión específica es hacerse “ministros de la vida” en todas sus fases», explicó.

Y es necesario «un compromiso general para que la vida humana sea respetada no sólo en los hospitales católicos, sino en todo lugar de tratamiento», exhortó..

Los enfermos ancianos, si ya no tienen posibilidad de cura, necesitan «cuidados paliativos» que les alivien –pidió el Santo Padre–, y el acompañamiento de sus familias, de forma que, si es posible, aquellos «puedan pasar el último período de la vida en su casa y prepararse a la muerte en un clima de calor familiar».

Y es que, además de las «indispensables atenciones clínicas», los enfermos «tienen necesidad de compresión, de consuelo y de constante aliento y acompañamiento».

«Que en los momentos más difíciles, el enfermo, sostenido por la atención pastoral, sea alentado a encontrar la fuerza para afrontar su dura prueba en la oración y con el consuelo de los Sacramentos», «rodeado de hermanos en la fe, dispuestos a escucharle y a compartir sus sentimientos», insistió el Papa.

«Nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Cristo», en quien «es posible afrontar y superar toda prueba física y espiritual y, precisamente en el momento de mayor debilidad, experimentar los frutos de la Redención», concluyó.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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