Ante los falsos valores, Benedicto XVI presenta las bienaventuranzas

El programa de vida para el cristiano, aclara

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 30 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó este domingo las Bienaventuranzas como el programa de vida de los cristianos ante los falsos valores del mundo.

Fue la propuesta que dejó al rezar la oración mariana del Ángelus, junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, con quienes comentó el pasaje evangélico de la liturgia de este día, el sermón que Jesús pronunció en el Lago de Galilea para proclamar «bienaventurados» a los pobres de espíritu, los afligidos, los misericordiosos, los que tienen hambre de justicia, los limpios de corazón, los perseguidos.

«No se trata de una nueva ideología, sino de una enseñanza que procede de lo alto y que toca a la condición humana, que el Señor, al encarnarse, quiso asumir para salvarla» explicó el pontífice desde la ventana de su estudio.

Ahora bien, según el obispo de Roma, las Bienaventuranzas no son algo para el pasado; «el sermón de la montaña se dirige a todo el mundo, en el presente y en el futuro».

«Las Bienaventuranzas son un nuevo programa de vida para liberarse de los falsos valores del mundo y abrirse a los verdaderos bienes presentes y futuros», subrayó.

«Cuando Dios consuela, sacia el hambre de justicia, enjuga las lágrimas de los afligidos, significa que, ademas de recompensar a cada uno de manera sensible, abre el Reino de los Cielos», aseguró.

Las Bienaventuranzas, aclaró, «reflejan la vida del Hijo de Dios que se deja perseguir, despreciar hasta la condena a muerte para dar a los hombres la salvación».

Benedicto XVI comentó el Evangelio de las Bienaventuranzas ·con la historia misma de la Iglesia, la historia de la santidad cristiana, pues –como escribe san Pablo– ‘Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale'».

Por este motivo, concluyó, «la Iglesia no tiene miedo de la pobreza, el desprecio, la persecución en una sociedad con frecuencia atraída por el bienestar material y por el poder mundano».

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ZENIT Staff

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