Anunciar un evangelio de esperanza

Habla el padre Guidolin: doce años al servicio de la Misión Latinoamericana de la Diócesis de Roma

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Por Sergio H. Mora

ROMA, domingo 23 septiembre 2012 (ZENIT.org).-Después de doce años de servicio en la Misión Latinoamericana de la Diócesis de Roma, el padre Antonio Guidolin, scalabriniano de Bassano del Grappa, Italia, que en su experiencia contaba con diversos años de trabajo en Argentina, cambia de destino. Resume su misión entre los inmigrantes latinoamericanos de Roma como: «anunciar un evangelio de esperanza».

Como capellán de los latinoamericanos consiguió un templo: la iglesia de Nuestra Señora de la Luz. Además organizó un centro de acogida, cursos de capacitación para el trabajo, asistencia, sacramentos y las actividades de tantas asociaciones de laicos, así como a devotos de tantas advocaciones. Pero sobre todo, vivir el carisma del fundador de su congregación: el beato Giovanni Battista Scalabrini.

A continuación, proponemos a nuestros lectores una entrevista que el padre Guidolin le concedió a ZENIT y que trae a la luz una serie de actividades pastorales y de apostolado que se realizan en nuestras ciudades y que muchas veces pasan desapercibidas.

¿Como nace su misión entre los latinoamericanos en Roma?

–Padre Guidolin: Cuando llegué, monseñor Cesare Nosiglia quería hacer una pequeña misión con los latinoamericanos presentes en Roma, al estilo de la misión del Jubileo del 2000. Recurrimos a algunos institutos de monjas y religiosos y creamos un grupo de unas trescientas personas; comenzamos en la cuaresma del 2002. La misión partió con el pie justo, o sea queríamos hacer algo y teníamos un proyecto.

¿Quién les ayudó en realizar la misión?

–Padre Guidolin: Con la ayuda de ‘Un Mondo Migliore’ que nos apoyó durante varios años entendimos mejor la acogida, la misionariedad o sea el ver dónde están, la pastoral para la mujer, la pastoral para los jóvenes, y la pastoral sacramental. De allí partieron los cursos para asistentes sociales, de italiano, de computación, etc.

¿La iglesia de Nuestra Señora de la Luz tiene que ver con Juan Pablo II?

–Padre Guidolin: Esta estructura nace cuando estábamos el 13 de abril de 2002 unas siete mil personas en el Aula Pablo VI en el Vaticano, porque Juan Pablo II nos quería encontrar. Terminado el encuentro el papa me abrazó y aproveché para decirle: “santidad, no tenemos una iglesia para los latinoamericanos”. El papa se lo indicó al cardenal Camillo Ruini que acogió el pedido y después de unos meses llegó el templo de ‘Santa Maria della Luce’, en octubre de ese año.

¿Cómo estaba la iglesia, cuántos eran?

–Padre Guidolin: Estaba abandonada, sucia, en un estado desastroso, por lo que tuvimos que hacer mucho para poder poco a poco arreglar todo. El proyecto era el de conocerse, saber quienes éramos. Aquí entramos un grupo de unas veinte personas que creamos un consejo pastoral. Y se creó también un grupo de catequistas, que ahora son doce, aprobados por el Vicariato de Roma; tenemos unos veinte lectores, un coro, y diversas asociaciones.

¿Este es el centro de una red pastoral, verdad?

–Padre Guidolin: Es una red de doce centros. Santa María della Luce es la sede de la misión, además está en las parroquias de Santa Lucía, Santa María en Via, Santa María de los Ángeles, Santa María Mediadora, etc.

¿Qué devociones y asociaciones hay?

–Padre Guidolin: Se acercaron así asociaciones como la del Señor de los Milagros con la que trabajamos para unirla, la de la Virgen de Chapi, de Nuestra Señora de Aparecida y la comunidad brasileña, y la del Señor de la Justicia. Además de tantas iniciativas y devotos de advocaciones de los diversos países. En la iglesia, están las imágenes de Jesús y de María junto a las de estas devociones.

El carisma del beato Scalabrini ¿cómo se relaciona con una misión de este tipo?

— Padre Guidolin: Justamente es este el carisma. Monseñor Giovanni Battista Scalabrini,en 1877, fundó la congregación de los padres Scalabrinianos, para los inmigrantes que, en esa época, eran italianos que iban al exterior. En cambio hoy es también para los inmigrantes que vienen a Italia.

¿Y de los cursos de capacitación profesional?

–Padre Guidolin: El curso de cuidadores de ancianos ya hace siete años que lo hacemos y han pasado por él 350 inscritos que recibieron el diploma de distintas entidades como Ayuntamiento de Roma, Caritas, la Misión Latinoamericana de la Diócesis de Roma, o el hospital Fatebenefratelli. Una preparación adecuada que les permitió mejorar su trabajo.

¿Y con las embajadas y consulados?

–Padre Guidolin: Hay también una relación con las embajadas y consulados, somos estimados, tuvimos siempre una buena imagen.

¿Si tuviera que hacer un balance?

— Padre Guidolin: Si tuviera que hacer un balance de estos años, ahora que dejo a un sacerdote más joven, el padre chileno Luis Hernán Olivos Aguilar, creo que es un balance muy positivo. Hemos invitado a los inmigrantes a revivir ese aspecto religioso porque a veces por muchos motivos son menospreciados.

¿Por qué la Misión fue adelante a pesar de las dificultades?

— Padre Guidolin: Porque es una misión abierta, no le cerramos la puerta a nadie, de las 8 de la mañana a las 8 de la noche, todo el que llega es recibido ya sea por el centro de escucha o por los profesores.

La acogida es el primer paso. La acogida para mi es como un sacramento, pues se manifiesta un diálogo amoroso con la gente. El segundo aspecto es que la Iglesia trabajó con la diócesis y con sus directivas, por ejemplo este año hemos iniciado una formación posbautismal. El tercer punto es la gente que sufre, gente que tuvo accidentes, por ejemplo; en la necesidad encuentran siempre a un sacerdote.

Y también la Fiesta de los Pueblos de Roma

— Padre Guidolin: Estuvimos siempre presentes en la Fiesta de los Pueblos, porque recoge en la alegría, en la convivencia y con la misa concelebrada, un momento de Dios. Diría que hemos vivido el carisma del beato Scalabrini. Agradezco por ello a los Scalabrinianos.

¿Qué queda aún por hacer?

— Padre Guidolin: Qué queda por hacer: unir la nueva evangelización con la socialización, o sea nosotros no somos solamente aquellos que dan los sacramentos, que nos movemos, que hacemos las misiones.

Sí, la nueva evangelización es anunciar a Jesús, hacer valer la riqueza del emigrante en su cultura y su religiosidad, pero también integrarlos en una sociedad donde hay problemas de inserción, y de todo tipo. Comunión en la diversidad, pero sobre todo evangelización porque Cristo está siempre presente en medio de nosotros, porque donde hay un enfermo o un encarcelado, allí está un sacerdote o capellán que anuncia un evangelio de esperanza.

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ZENIT Staff

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