Aprobada la Carta europea de Derechos Fundamentales

Monseñor Simon critica la supresión de la alusión a la herencia religiosa

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BIARRITZ, 15 oct (ZENIT.org).- La Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea obtuvo ayer el consenso de los quince países que la integran reunidos en la cumbre de Biarritz.

En el encuentro, sin embargo, los líderes europeos aplazaron hasta el próximo semestre la discusión sobre su futuro estatuto jurídico para no contaminar la negociación sobre la reforma institucional. La Carta, por tanto, podría carecer de carácter vinculante y quedarse en una simplde declaración de principios, como propone Gran Bretaña.

La Carta, embrión de una futura Constitución europea, recoge los derechos personales, políticos y sociales de los ciudadanos de la UE.

La decisión de eliminar del preámbulo del texto la alusión a la herencia religiosa ha suscitado las críticas del obispo de Clermond-Ferrand (Francia), monseñor Hippolyte Simon.

En una reflexión publicada ayer por el diario parisino «Le Monde», bajo el título «¿Por qué negar la herencia
religiosa de Europa?», monseñor Simon critica la decisión de suprimir la referencia a la herencia religiosa, que ha sido sustituida con la frase «patrimonio espiritual y moral». La modificación habría sido dictada por el primer ministro francés Lionel Jospin, que ha alegado el carácter laico de la República francesa.

Pero, según monseñor Simon, se trata de un error. «¿Con qué argumento el Estado de derecho podrá pedir a los creyentes que le respeten si es justamente él quien los ignora?», se pregunta el obispo de Clermond-Ferrand.

La Carta, que según sus promotores debería ser una especie de embrión de Constitución europea, será proclamada en la próxima cumbre que se celebrará en Niza el 7 de diciembre próximo.

Se trata de un texto que no satisface todas las expectativas, pues es el fruto de compromisos aceptados por las diferentes corrientes que participaban en su redacción.

El artículo 1 reconoce que «La dignidad humana es inviolable. Será respetada y protegida». A continuación enuncia una firme condena de la pena de muerte. El artículo número 3 afronta de lleno las cuestiones ligadas a la bioética, prohibiendo «las prácticas eugenésicas, y en particular las que tienen por finalidad la selección de las personas», así como «la clonación reproductora de seres humanos».

El artículo 10 reconoce en su última redacción el derecho a la libertad religiosa con estas palabras: «Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión». Ahora bien, el documento nunca tiene en cuenta la dimensión comunitaria de la fe. El artículo 22 se limita a reconocer que «La Unión respeta la diversidad cultural, religiosa y lingüística».

El aspecto más pobre de la Carta es quizá el espacio dedicado a la familia. La formulación es breve y de amplia interpretación. El artículo 9 garantiza «el derecho a contraer matrimonio y el derecho a fundar una familia según las leyes nacionales que regulen su ejercicio». El artículo 24, dedicado a los menores, reconoce que todos los niños tienen derecho «a mantener de forma periódica relaciones personales y contactos directos con su padre y con su madre, salvo si son contrarios a sus intereses».

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ZENIT Staff

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