Aprobadas las virtudes heroicas de Joaquín Rosselló Ferrà

Fundador de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María

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La Sagrada Congregación para las Causas de los Santos ha hecho público hoy que, ayer 2 de mayo, el santo padre Francisco aprobó, entre otros, el decreto que reconoce las virtudes heroicas del siervo de Dios Joaquín Rosselló Ferrà, fundador de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Este sacerdote es considerado un renovador del clero en Mallorca, España, su tierra natal.

Joaquín fue el sexto de los ocho hijos de Gabriel Rosselló y de María Anna Ferrá, familia de modesta condición económica. Nació el 28 de junio de 1833 y fue bautizado el mismo día en la Iglesia parroquial de Sant Jaume.

En su hogar encontró su primera escuela cristiana. La influencia de su madre fue decisiva. A los catorce años manifestó su inclinación al ministerio sacerdotal pero por la difícil situación económica tuvo que ponerse a trabajar. Encontró sin embargo a un protector, Joaquín Gual, que costeó sus estudios. Fue ordenado sacerdote el 21 de marzo de 1858, en la capilla del palacio arzobispal.

En su espiritualidad sobresale su vida eucarística, la inclinación al silencio, la soledad. Tuvo una espiritualidad cristocéntrica, con particular devoción a María, expresada en los Sagrados Corazones de Jesús y de María.

Desde joven mostró su espíritu misionero entre sus propios compañeros de sacerdocio, buscando comunicarse con los otros presbíteros jóvenes de modo que juntos impulsaran una nueva vida espiritual y propagaran la devoción al Corazón de Jesús.

Según sus biógrafos contribuyó notablemente a la transformación del Clero de Mallorca y a la formación de muchos sacerdotes. Al final de su vida ministerial recibió el reconocimiento general por haber formado «espiritualmente a toda una generación que lo tuvo como un oráculo durante toda la vida».

Del asociacionismo juvenil pasó a formar un equipo misionero que recorrió durante un cuarto de siglo los pueblos de Mallorca. Esta fue la experiencia que desembocaría la fundación de los Misioneros de los Sagrados Corazones, que el año 1890 nacerían en Sant Honorat, Randa. Su fundación iba dirigida a presbíteros que iniciarían un proyecto de vida y misión comunitaria.

Mientras tanto, fue enviado a transformar el Santuario de la Virgen de Lluc, en 1891. Su fidelidad a su obispo y a la Diócesis le llevaría a aceptar. En poco tiempo Rosselló transformó la vida de este lugar de peregrinación mariana. Tras acabar su etapa en el santuario, en 1901, siguió como superior de la comunidad de los Misioneros establecida en el lugar hasta enero de 1906.

Entre 1891 y 1909, sin afán de protagonismos y sin renunciar a la responsabilidad de fundador, el padre Rosselló fue descubriendo y desarrollando la forma de presidir la Congregación a partir de la corresponsabilidad. El nombre de «misioneros» deriva del ministerio fundacional de los inicios, las misiones populares. La evolución posterior llevó la apertura a la misión ad gentes y con el estilo misionero. Todos los religiosos y laicos que siguen hoy su carisma se sienten llamados a hacer más expresa y significativa su condición misionera.

Tras fallecer por enfermedad en 1909, la fama de santidad que le acompañó durante toda su vida se acrecentó. Son innumerables los testimonios sobre la santidad del padre Rosselló por parte de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, fama que perdura hasta el día de hoy.

Después de su sentida muerte, la Congregación de los Misioneros de los Sagrados Corazones fue expandiéndose progresivamente a Italia, Argentina, República Dominicana, Cuba, Puerto Rico, Ruanda y Camerún.

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ZENIT Staff

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