Argentina: La Iglesia garante del nuevo proyecto de unidad nacional

Avala la concertación social propuesta por Duhalde para salir de la crisis

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BUENOS AIRES, 15 enero 2002 (ZENIT.org).- Acompañado por el presidente del episcopado argentino y por un delegado de la ONU, el presidente de Argentina Eduardo Duhalde convocó al país en la noche del lunes a un histórico proceso de diálogo nacional como única solución a la crisis.

El llamamiento a un encuentro de concertación social «amplio y plural» fue difundido a la hora de la cena por la cadena nacional de radio y televisión. El presidente, que calificó la crisis de inédita y extrema, señaló que este diálogo «es un acontecimiento histórico» y pidió la contribución del «coraje y a la creatividad de todos los argentinos».

En este proceso de diálogo, la Iglesia católica aportará el ámbito de debate y «sus buenos oficios», mientras que la Organización de las Naciones Unidas ofrecerán «asistencia técnica». Por este motivo, Duhalde dio el anuncio acompañado por el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Estanislao Karlic, y por un representante de las Naciones Unidas, el titular del Programa para el Desarrollo, Carmelo Angulo.

El escenario en que tuvo lugar el llamamiento era significativo: el jardín del convento colonial de Santa Catalina de Siena, en Buenos Aires. En otra mesa, junto a la del presidente, se encontraban sentados, además, los tres obispos que designó la Iglesia como delegados para el diálogo: Juan Carlos Maccarone, Jorge Casaretto y Artemio Staffolani.

El Gobierno convocó así un diálogo nacional que implica a políticos, empresarios, sindicalistas, empresarios, representantes de las religiones, intelectuales, militares, organizaciones no gubernamentales… Los negociadores serán el vicejefe de Gabinete, Juan Pablo Cafiero, el único funcionario de centroizquierda de este Ejecutivo, y al diputado José María Díaz Bancalari, un incondicional del presidente.

«El diálogo argentino que empieza en este día ha de ser un noble servicio al país, que ha perdido el rumbo y necesita el sostén de la esperanza», afirmó Karlic después de la intervención de Duhalde.

El presidente del Episcopado agregó: «Dios nunca falta a su palabra. Somos los hombres quienes podemos fallar y nosotros los argentinos hemos fallado, para dolor y confusión nuestra. Sin embargo, a pesar de la profundidad de la crisis los argentinos no queremos perder la esperanza. Estamos heridos, agobiados, perplejos, pero no desesperados».

La agenda de la concertación debía comenzarse a definir este martes: los tres obispos delgados debían reunirse con los representantes del Gobierno, Cafiero, y Bancalari. El objetivo era arrancar con los sectores financieros, representantes de las empresas privatizadas y del Frente nacional contra la pobreza.

A través de la red de la Iglesia el proyecto de diálogo contactará a los distintos sectores sociales de las provincias del país. El diálogo provincial y federal debería concluir, si el proceso no descarrila, en un acto nacional de gran resonancia, en el que todos los participantes estamparían su firma en el pacto, que se convertiría en política de Estado hasta el 2010.

Los más ambiciosos sostienen que el proceso tiene que incluir una profunda reforma del Estado que sería objeto de un plebiscito. «La reforma de 1994 fue un retoque a la Constitución, ahora podemos aspirar a una reforma total», señaló una de las fuentes consultadas del gobierno.

Duhalde logra así lo que no pudo alcanzar Fernando de la Rúa, quien no materializó sus intentos para avanzar con la concertación. En diciembre convocó un encuentro de los agentes sociales en la sede de Cáritas para tratar de establecer el diálogo. No encontró respuesta positiva y De la Rúa salió de la reunión entre piedras e insultos. Presentó su renuncia 48 horas más tarde.

Monseñor Juan Carlos Maccarone, obispo de Santiago del Estero, uno de los representantes de la Iglesia para llevar adelante la iniciativa, afirmó este lunes en declaraciones publicadas por la agencia católica AICA que los representantes de la Iglesia «a petición de las autoridades, ofrecemos en primer lugar el espacio espiritual y hasta físico, en algunos casos, para que las personas puedan encontrarse».

«En segundo lugar –añadió–, en el decurso del diálogo podremos opinar. Tenemos una doctrina social que nos puede ayudar a discernir, y la ofreceremos allí. Seremos testigos de la lealtad o deslealtad de los actores», y eso «servirá para que la sociedad se entere».

Explicó que «lo que no queríamos era quedarnos hoy sin hacer nada. Creo que el fracaso en este momento sería no intentar lo que parece imposible».

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ZENIT Staff

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