Argentina: Se necesita un «ballottage» que demandará décadas

BUENOS AIRES, 29 abril 2003 (ZENIT.orgAica).- Al referirse a los comicios celebrados en Argentina este domingo, el obispo de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, afirmó que «iniciar un «ballottage» del pueblo argentino demandará décadas». Entendido como «acción de aventar la paja para que quede el grano de trigo», es “una de las tareas más necesarias de la Argentina».

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Con el término «Ballotage» en Argentina se conoce la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que tendrá lugar el 18 de mayo, en la que participarán Carlos Menem, del Partido Justicialista y Néstor Kirchner, del Frente para la Victoria.

«Quienquiera sea el investido en estas elecciones con la autoridad presidencial, ha de entender la naturaleza del ‘ballottage’ que la Argentina necesita hacer por largas décadas: separar el trigo de la cáscara. Si lo hace, el pueblo argentino podrá comer su pan con dignidad. Y muchos otros podrán venir a sentarse a nuestra mesa para compartirlo», aclaró monseñor Giaquinta.

De lo contrario, si no lo entendiese «será barrido por el viento. Y con él, quizá también la nación argentina. Pues es muy difícil que una crisis epocal se prolongue indefinidamente. Esta, en la que estamos inmersos desde hace décadas y que estalló el 20 de diciembre de 2001, o la superamos de veras con un ‘ballottage’ a fondo, o es muy probable que desaparezcamos».

Es preciso que el nuevo presidente «conduzca al pueblo por la senda del esfuerzo y del sacrificio cotidiano, de la verdad, siempre la verdad, de la justicia, de la libertad y de la solidaridad. Y que se exprese siempre con lenguaje mesurado, que es el lenguaje de los sabios».

El presidente de la comisión episcopal de Pastoral Social dijo que «es bueno reconocer que hemos cultivado la vanidad o vaciedad. Nos atribuimos a nosotros lo que sólo está en la naturaleza y en nuestra historia para que nos lo apropiemos con inteligencia y sacrificio. Porque la Argentina es grande en extensión, entonces cada argentino se creyó grande. Porque es rica en recursos naturales, entonces el argentino lo es aunque no trabaje. Porque los argentinos provenimos en gran porcentaje de la inmigración europea, entonces somos automáticamente cultos. ¡Cáscara!».

Explicó en tal sentido que «la falta de sentido de la realidad de lo que de veras somos ha sido grave». Refutando la frase del presidente Eduardo Duhalde cuando asumió su cargo («el pueblo argentino está condenado al éxito»), señaló que «todo lo contrario. Si no cambiásemos urgente y profundamente, el pueblo argentino está condenado al fracaso. Y no por un designio de la providencia, sino por la estupidez de sus gobernantes y de sus ciudadanos».

Advirtió en el final que «el peligro que todavía corre la nación es grande. Una crisis epocal no puede prolongarse indefinidamente. No digamos ya más que las naciones no mueren. La historia está llena de tristes ejemplos. Y más en esta hora en que se ha destapado la prepotencia imperial norteamericana. Si no lográsemos ser un pueblo digno como el pequeño David, nos aplastará el gigante Goliat».

Por ello, «habrá que secundar al próximo presidente. Sin excluir la crítica severa. Pero nunca debilitando su autoridad. ¿O hay alguien que piense en reiniciar el vil ‘ballotage’ de hacer la contra por hacerla, hasta voltearlo, como ocurrió con De la Rúa? Sobre esto, la sociedad argentina no ha reconocido todavía el fenómeno sucedido, y no se arrepintió de su pasividad. Subrayó la debilidad de un presidente flojo, pero calló la prepotencia de grupos de poder (periodistas, sindicalistas y políticos de todos los signos) que hicieron ese golpe. ¿Alguien piensa repetir esa proeza? ¿Lo toleraremos?».

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ZENIT Staff

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