Arzobispo de Gulu: La solución a la crisis de Uganda es la negociación, no las armas

Ante las masacres, insiste en reclamar la ayuda de la comunidad internacional

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GULU, martes, 17 febrero 2004 (ZENIT.org).- Tras casi dos décadas de guerra en el norte de Uganda, «pensar en resolver la crisis con la opción bélica significa seguir perdiendo tiempo», advirtió el lunes monseñor John Baptist Odama, arzobispo de Gulu y presidente del ARLPI («Iniciativa de Paz de los Líderes Religiosos de la región Acholi»).

ARLPI es una organización interreligiosa que hace tiempo promueve la paz en el norte ugandés, poblado por la etnia Acholi y atormentado por los crímenes del «Ejército de Resistencia del Señor» (LRA).

Desde 1986, los rebeldes del LRA, dirigidos por Joseph Kony –un visionario a sueldo de Sudán que intenta derrocar el gobierno del presidente ugandés Yoweri Museveni–, han torturado y asesinado a decenas de miles de personas (se cuentan más de 120.000 muertos), han secuestrado a más de 25.000 niños (reducidos a la esclavitud o enrolados a la fuerza en la guerrilla) y han provocado el desplazamiento de más de un millón de civiles.

De acuerdo con monseñor Odama, el camino a la paz requiere formar una plataforma de negociación con la implicación directa de las autoridades ugandesas y de todos aquellos gobiernos capaces de promover y facilitar el proceso de reconciliación nacional con los rebeldes del LRA.

Al respecto, según explicó el prelado a la agencia misionera «Misna», hay que favorecer la implicación directa en el diálogo de las autoridades sudanesas, que durante años han sostenido a los rebeldes.

«Hay que hacer todo lo posible para que cesen las atrocidades y las masacres», pide, y advierte que en espera de un «alto el fuego» es indispensable garantizar la integridad de los civiles y el aprovisionamiento de alimentos y medicinas en las zonas de guerra en el norte de Uganda.

Desde el desconsolado llamamiento que lanzó ARLPI en junio del 2003, el prelado sigue pidiendo una intervención internacional para poner fin a los sufrimientos de los civiles norugandeses. En particular, pide que se contemple la crisis norugandesa en la agenda del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Monseñor Odama invita además a la comunidad internacional a vigilar las continuas violaciones de los derechos humanos, que se traducen también en el fenómeno del secuestro de niños –particularmente en los distritos de Gulu, Kitgum, Pader y Lira– destinados a las armas.

Igualmente el arzobispo de Gulu solicita que los menores que han participado en el conflicto puedan tener acompañamiento en centros de reeducación.

«Hemos sabido –denuncia– que recientemente algunos ex rebeldes que habían decido dejar la lucha armada, han sido enrolados en las filas del ejército gubernativo con el propósito de utilizarlos en las operaciones bélicas».

«Consideramos que esta política no favorece al futuro de estos niños y a la causa de la paz –advierte–. Lo mismo ocurre en el caso de los civiles de las milicias populares (un fenómeno evidente en Lira y Soroti). No hay que armar a la gente, sino que debe ser protegida por los militares evitando la inútil proliferación de armas y munición en los pueblos».

Para monseñor Odama, el compromiso por la paz concierne a toda la nación ugandesa, pero «no puede ser considerado como algo “doméstico”. Es un drama que interpela a todos: ¡a los ugandeses, a los africanos, al mundo entero!»

El pasado noviembre, en visita a Uganda, el subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, Jan Egeland, definió la situación del país africano como «la peor crisis humanitaria del mundo».

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ZENIT Staff

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