Arzobispo de la Habana: «En Cuba estamos reducidos al silencio»

Entrevista con el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino

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LA HABANA, miércoles, 14 enero 2004 (ZENIT.org).- Aunque exista la posibilidad de culto, en Cuba se asiste a un intento de marginar la labor y el testimonio de la Iglesia, comprometiendo su dimensión profética en una realidad donde el vacío espiritual y la desesperanza se palpan.

Con todo, tras la histórica visita del Papa en 1998, aunque prácticamente no ha tenido repercusión en las autoridades, se asiste a un crecimiento de la Iglesia en la Isla. Y es que son muchos los que buscan un sentido a la vida, constata el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino –arzobispo de San Cristóbal de La Habana– en esta entrevista publicada por Korazym.

–Eminencia, en esta realidad, la Iglesia continúa dando su testimonio e indicando tal vez un camino distinto. ¿Cuál es la situación de los cristianos en la Isla?

–Cardenal Jaime Ortega: El pasado 8 de septiembre, como Conferencia Episcopal, escribimos una Instrucción Pastoral: es una toma de posición sobre la situación de la Iglesia en la sociedad, sobre la política y sobre la participación de los laicos en la vida social. La Iglesia tiene una tarea profética de hablar en defensa del hombre, de los derechos humanos y hoy se encuentra entre dos fuegos: hay quien la quiere como un partido político de oposición que critica y responde a las situaciones más difíciles, mientras otros, especialmente en el gobierno, quieren una Iglesia tranquila, totalmente empeñada en el culto religioso. Hay que decir que desde este punto de vista no hay más dificultades; con todo, si es fácil vivir en una Iglesia cultual, es más importante llevar adelante una misión profética. Alguno dentro del gobierno empieza a entender que es necesario que la Iglesia se comporte como en otros países del mundo, hablando del hombre, de sus problemas, de la libertad, de la dignidad, de sus derechos, que no están sólo relacionados con la alimentación, la salud, la educación, sino también con la libertad de expresión. Es la esfera de los derechos humanos, parte integrante de una persona.

–Es un problema que les toca también de cerca como institución…

–Cardenal Jaime Ortega: Cierto. En Cuba ya no hay escuela católica, no podemos enseñar en la escuela pública, no tenemos acceso a la prensa. Publicamos nuestros documentos, pero no tenemos ningún eco en los medios de comunicación. Tenemos alguna respuesta indirecta, manifestaciones de estupor oficiales porque tal vez encuentran duro el mensaje. Es paradójico: una carta pastoral nuestra es más conocida en el extranjero que en el país. Así que el gobierno nos acusa de hablar para el exterior.

–En cambio, su interlocutor es un pueblo que está redescubriendo las propias raíces cristianas…

–Cardenal Jaime Ortega: En Cuba existe una Iglesia viva, aunque pequeña (sólo el 65% de la población está bautizada), la Misa semanal es frecuentada. Tras la visita del Papa, la Iglesia está en crecimiento, a pesar de la extraordinaria emigración que ha llevado a cubanos a todos los países del mundo. No emigran sólo los católicos, sino un poco todos. No se trata de un crecimiento espectacular, pero se percibe: hemos realizado una encuesta sobre quién asiste a nuestras iglesias y se ha revelado que el 55% ha regresado después de 10 años, y otro 20% después de 5. Muchos se han acercado tras años de compromisos ideológicos con la revolución. Estas personas no han vivido todo el espíritu postconciliar, como si una parte del cristianismo hubiera sido suprimida. Por ello, estamos intentando situar la formación en primer lugar, especialmente en las catequesis. Basta pensar que en los años ’60 y ’70 no venía nadie; actualmente, en la noche de Pascua, celebramos más de 1.500 bautismos. El dato que más nos ha sorprendido ha sido ver lo difundido que estaba un sentido cristiano profundo y un conocimiento de los sacramentos.

–¿Se puede considerar este último aspecto como un signo de crisis del sistema ideológico y de poder?

–Cardenal Jaime Ortega: Es sin duda el fruto del vacío. La gente hoy busca un sentido a la vida, especialmente los jóvenes. Cuando Dios no está, en el alma queda un vacío. En Cuba se busca un mensaje más humano, menos ideológico, capaz de tocar el corazón del hombre. Y la gente encuentra todo esto también en la caridad y en la misericordia cristiana. Cuando leí la encíclica del Papa «Dives in misericordia», comprendí inmediatamente que el autor venía de un país que había experimentado las consecuencias del bloqueo socialista. Para nosotros, los cubanos, esa es la encíclica central de su ministerio. En La Habana hay un Cristo de mármol imponente realizado por una escultura. Al contemplarlo, el Papa dijo que era signo de la misericordia. Es ésta la clave de todo: la gente hoy quiere ser acogida y acompañada con algo más que la justicia humana, que a veces puede ser muy dura. Ciertamente los problemas persisten, especialmente desde un punto de vista moral: el divorcio y el aborto, por ejemplo, se consideran normales porque se ha afirmado un pensamiento secular.

–En una Carta Pastoral de febrero de 2003, escribió que es necesario preparar un camino para el futuro. En su opinión, ¿cuál podrá ser el futuro de Cuba? Después de Castro, ¿cambiará algo?

–Cardenal Jaime Ortega: Es una preocupación común a todos, pero no lo sabemos. Las leyes de la historia, la vida misma y el mundo cambian. Será por lo tanto imposible quedarse como hoy, pero las modalidades del cambio no podemos conocerlas.

–En primavera, el proyecto Varela, promovido por un grupo de católicos, propuso un referéndum para las libertades civiles y para la democracia. Es un signo de renovación muy fuerte que sin embargo fue reprimido duramente y acompañado de un enconamiento de la política del régimen…

–Cardenal Jaime Ortega: Hay un movimiento que va en este sentido y es verdad que hubo una reacción dura, especialmente en un segundo momento. El promotor del proyecto Varela es un católico y ha recibido el premio Sajarov. Tras este episodio, varios disidentes han sido detenidos y condenados a penas durísimas de hasta 25 años de cárcel. Se ha querido golpear sobre todo a los miembros del movimiento. Para ellos, la situación es verdaderamente muy dura. [Cf. Zenit, 30 junio 2003, ndr.]

–Europa ha reaccionado con firmeza a estas medidas, también a través de sanciones económicas. En su viaje a Cuba, el Papa invitó al país a abrirse al mundo y al mundo a hacer lo mismo con la Isla. Hoy, la vida de los cubanos debe coexistir con un régimen, pero además con un embargo. En su opinión, ¿qué camino debe seguir la comunidad internacional para ayudar a Cuba?

–Cardenal Jaime Ortega: La Iglesia cubana siembre ha dicho después de 1969 que el embargo no es la solución. Las medidas económicas contra el país sólo crean aislamiento, porque el gobierno se hace más rígido e intransigente. Las divergencias con la Unión Europea son muy difíciles y no sé como podrán ser superadas.

–Volviendo a la vida del país, ¿qué tipo de realidad social afrontan? ¿Cómo es la vida de cada día?

–Cardenal Jaime Ortega: Hay una gran pobreza, no extrema como la de los países africanos, pero una dificultad seria para llevar una vida normal. El que quiere casarse no encuentra una casa, se vive en ambientes muy pequeños, representa un problema trasladarse de una zona a otra, encontrar alimentos. También el trabajo se resiente: hay, pero es insuficiente desde el punto de vista económico. Así, se pueden encontrar médicos que después de su turno en el hospital se ponen a vender dulces a los turistas para conseguir más ingresos.

–¿Y los jóvenes? ¿Cuáles son sus esperanzas?

–Cardenal Jaime Ortega:
Los jóvenes estudian secundaria, después hacen tres años de preuniversitario en zonas alejadas de la ciudad trabajando media jornada: por la mañana están en los campos y por la tarde estudian. Quien sale de la universidad casi siempre debe realizar tareas distintas de lo que ha estudiado. La juventud no tiene esperanza. Es un fenómeno sin duda general que involucra a otros países, pero en Cuba no existe ninguna adhesión entusiasta a la vida social y política.

–El sentido de desconfianza hacia el poder actual, ¿no puede favorecer un cambio?

–Cardenal Jaime Ortega: Es difícil construir cuando la gente no es capaz de actuar con libertad interior. Para muchos, la única opción interesante, el sueño más importante de la vida es dejar el país. No se consigue ver un futuro en el país. Existe un proyecto individual ligado a la emigración, pero no hay un plan común. Este sueño implica a todos, desde los católicos a los hijos de los dirigentes del gobierno y de la administración. La emigración masiva es la mayor amenaza para nuestro futuro. Actualmente, y no hablo sólo de Cuba, no es posible entusiasmar a los jóvenes con la ideología. Hay necesidad de respuestas profundas.

–Una pregunta personal: en la realidad que ha descrito, ¿cuáles son sus preocupaciones como hombre y obispo al gestionar cada día?

–Cardenal Jaime Ortega: Nuestro trabajo es muy duro y difícil. La realidad de la gente, el desaliento, la falta de esperanza, puede echarse sobre nosotros como una influencia maléfica, un tipo de depresión. Por lo tanto, es necesario ir adelante en un camino de fe, de esperanza cristiana y de alegría evangélica, transmitiendo todo esto a la gente. El gran servicio que podemos hacer a nuestro pueblo no es tanto denunciar, sino presentar al hombre el amor de Dios. Si después, a causa del amor, hay que denunciar, entonces denunciamos. También en tiempos de Jesús había problemas políticos y desórdenes en el pueblo. Él estaba entre la gente, pero con un mensaje que venía de lo alto. En Cuba hoy hay que vivir por la fe, y este es un mensaje que sirve también para nosotros.

–El viaje del Papa fue interpretado por todos como el intento de llevar adelante un diálogo. A la luz de los hechos, ¿lo cree aún así?

–Cardenal Jaime Ortega: El diálogo ha comenzado, también porque las homilías del Papa fueron muy claras. No ha habido sin embargo ninguna respuesta. Fuera del reconocimiento de la Navidad como día festivo, todo es ignorado en cuanto a nuestras posturas y peticiones. En la primavera pasada, tras el arresto de los disidentes, el cardenal Sodano dijo que la Iglesia sigue creyendo en el diálogo aunque parezca difícil o imposible. Nosotros, por lo tanto, continuaremos. El Santo Padre tiene con Cuba la misma actitud mantenida hacia los países del Este antes de la caída del muro de Berlín. Nosotros intentamos hacer nuestra parte. Dialogar significa aceptar el punto de vista del otro y el derecho del otro a decir algo sin una posición ideológica. No es posible no aceptar una flexibilidad y considerar sólo el blanco o el negro. No obstante, incluso en estas condiciones, el único camino de la Iglesia para afrontar los problemas es el diálogo.

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ZENIT Staff

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