Arzobispo de San Salvador: Es la hora de la solidaridad

Monseñor Sáenz Lacalle se hace portavoz del dolor de su gente

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SAN SALVADOR, 16 enero 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- El arzobispo de San Salvador siente sobre sí el peso de la tragedia: su ciudad, su país, han sido los más golpeados por el terremoto, y ahora son los más necesitados de ayuda.

El pensamiento de monseñor Fernando Sáenz Lacalle, contactado por teléfono, 48 horas después del sismo, se dirige a todos los que todavía yacen enterrados, a las decenas de víctimas sepultadas en fosas comunes porque no había nadie que pudiera identificaras y no se podía esperar más tiempo..

«Es muy triste», repite desde la sede del arzobispado, poco antes de presidir una reunión para coordinar la ayuda de la Iglesia. Pero al mismo tiempo, monseñor Sáenz, que es también presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador, relata la extraordinaria carrera de solidaridad, con una columna interminable de coches cargados con víveres en dirección a Santa Tecla, la población, a las puertas de la capital, donde todo un barrio ha sido devastado por un derrumbe gigantesco.

–¿Cuántas personas viven en Santa Tecla?

–Monseñor Sáenz Lacalle: Viven trescientas mil personas. La zona más afectada ha sido La Colina II, un área urbanizada para personas que antes vivían en chabolas, con una casita junto a la otra, a espaldas de la Cordillera del Bálsamo. Una avalancha de tierra y piedras, que se ha desprendido de la montaña más cercana, ha destruido trescientas casas. No se sabe todavía, cuántos hombres, mujeres y niños están todavía debajo…

–Otros miles de personas se han quedado sin techo. ¿Dónde han sido acogidas?

–Monseñor Sáenz Lacalle: La urbanización La Colina II ha sido evacuada. La Cordillera puede ceder todavía y no es prudente exponer a los habitantes a este peligro. De manera que diez mil personas han sido desalojadas y ahora se encuentran en un amplio espacio, puesto a disposición por el Congreso Eucarístico Nacional.

–¿Tienen ya un techo donde cobijarse?

–Monseñor Sáenz Lacalle: En estos momentos los soldados del Ejército están izando las tiendas militares.

–¿Hay suficientes víveres para los supervivientes?

–Lo comprobaremos en las próximas horas. Puedo decir que la solidaridad entre la población ha sido inmediata. Hay una columna de coches llenos de víveres que se dirigen hacia Santa Techa, desde otras zonas de El Salvador, para ayudar a quienes han perdido todo.

–¿El socorro ha sido puntual?

–Monseñor Sáenz Lacalle: Sí, todos están trabajando. El Ejército, las fuerzas civiles. Los hombres excavan desesperadamente, en busca de eventuales supervivientes bajo los escombros. Se ha constituido un comité de emergencia, con centenares y centenares de voluntarios. Hemos recibido enseguida primeros auxilios de Costa Rica y México. De España, han llegado excavadoras para remover los desechos y perros amaestrados para localizar los cuerpos de las víctimas. También las otras diócesis de El Salvador se han movilizado. Ahora, tenemos que clarificar las necesidades con el fin de dirigir mejor los ofrecimientos de ayuda.

–Se habla de una emergencia sanitaria, de falta de agua potable.

–Monseñor Sáenz Lacalle: Sí, ciertamente, los problemas a afrontar son enormes. Muchísimas víctimas están siendo sepultadas en fosas comunes porque nadie se presenta para el reconocimiento y el depósito de cadáveres no puede contener todos los cuerpos.

–¿El patrimonio monumental de la ciudad ha sido dañado?

–Monseñor Sáenz Lacalle: En Santa Tecla, hay nueve parroquias, con diez iglesias muy grandes. De estas, cinco han sufrido daños irreparables. No será posible repararlas y, por tanto, tendrán que ser demolidas. Pienso en especial en dos de ellas que se remontan a la época colonial: la Iglesia de la Concepción y la del Carmen.

–En El Salvador, afloran las polémicas sobre las empresas que han construido las casas a espaldas de la Cordillera.

–Monseñor Sáenz Lacalle: Lo que sucedió el sábado pasado tendrá que hacernos reflexionar. Por ahora, puedo decir que las casas estaban demasiado cerca de la falda de la montaña y ésta ha sido ciertamente una imprudencia fatal. Está también el hecho de que, en Santa Tecla, muchas casas han sido construidas sólo con adobe. Por esto se explica que, cuando se ha producido el derrumbe, se hayan plegado como si fueran de cartón.

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ZENIT Staff

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