Arzobispo de Toledo: En el reconocimiento de sus raíces, Europa se juega el futuro

Conferencia de monseñor Cañizares en el Club Siglo XXI de Madrid

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MADRID, lunes, 19 enero 2004 (ZENIT.orgVeritas).- Si Europa pierde los principios morales, que le han orientado gracias a la inspiración cristiana, surgirán nuevos fantasmas y conflictos, advirtió este lunes monseñor Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de Toledo y Primado de España.

El prelado impartió una conferencia en el Club Siglo XXI de Madrid, titulada
«La Iglesia en Europa», en la que afirmó que el Viejo Continente «se juega su
ser o no ser» en reconocer sus raíces cristianas.

«Aquí radica una cuestión fundamental de supervivencia de Europa –afirmó–. Desde aquí se entiende el porqué de la insistencia en las raíces espirituales, inseparables de la fe cristiana, de Europa y de su identidad», subrayó el primado.

«Si Europa no tiene el valor de afrontar de nuevo las preguntas sobre el significado de la vida y los fundamentos de la moralidad, y asentarse en consecuencia en esas normas morales incondicionales –eunomía–, puede que vea resurgir viejos fantasmas, viejos conflictos», advirtió.

Monseñor Cañizares destacó de Europa que ha sido «cuna de las ideas de persona, verdad y libertad». «Europa –matizó– hace referencia a una tradición viva que permanece e incluye la filosofía griega, el derecho romano y el cristianismo».

Es por esto que el Viejo Continente «tiene necesidad de reconocer su propia historia, sin la cual no puede identificarse a sí misma, ni lograr su integración y construcción de su “unidad en la diversidad”. En esta historia que es parte integrante, indispensable, de la idea y de la identidad de Europa, el cristianismo ha estado siempre presente».

«No resulta, pues, exagerado decir, con palabras de [Alcide] De Gasperi, que “la matriz de la civilización contemporánea se halla en el cristianismo»», añadió.

Monseñor Cañizares rechazó las tesis de los que no desean ver reflejado el cristianismo en la Constitución europea, ya que las pretensiones de la Iglesia «no son vaticanistas ni reminiscencias de una situación medieval, ni anhelo de ningún pasado confesional, intento de dominio eclesiástico de la sociedad europea», explicó.

El Primado también abogó por la democracia y la salvaguarda de la dignidad humana para construir el futuro de Europa. «No cualquier tipo de unificación o integración europea que sobrevenga equivale por sí misma a un futuro europeo si no salvaguarda la dignidad humana y una existencia conforme a ella», observó.

«Una sociedad en clave de progreso y bienestar, en la que la religión quedase relegada como reliquia del pasado o recluida a lo sumo a la esfera de lo privado y en la que la felicidad se pretendiese que quedase garantizada por el funcionamiento de las cosas materiales, estaría abocada al fracaso, a la disolución más tarde o más temprano de Europa», subrayó.

Además, «la democracia, patrimonio preciado de Europa como ordenamiento de la sociedad y expresión en su realidad más genuina del “alma” europea, se asienta y fundamenta en unos valores fundamentales e insoslayables sin los cuales no habrá democracia o se la pondrá en serio peligro. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta comprensión de la persona humana», prosiguió. Por eso, el prelado considera que «no puede haber democracia sin dedicación al bien común, y sin respeto a los derechos de los demás y de todos, y sin sensibilidad para las necesidades de los otros».

Finalmente, el arzobispo de Toledo recordó las palabras de Juan Pablo II al Parlamento Europeo, en las que aseguraba que «todas las corrientes de pensamiento de nuestro viejo continente deberían considerar a qué negras perspectivas podría conducir la exclusión de Dios de la vida pública, de Dios como último juez de la ética y supremo garante contra los abusos del poder ejercidos por el hombre sobre el hombre».

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ZENIT Staff

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