Arzobispo en Filipinas «sacude» la pasividad de la población en su mensaje navideño

Monseñor Oscar Cruz apela a la responsabilidad de la gente en el cambio del país

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MANILA, jueves, 23 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Un llamamiento a la población filipina a ser menos pasiva en la construcción de un país mejor ha lanzado el arzobispo de Lingayen-Dagupan y ex presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Oscar Cruz, en su mensaje por Navidad.

«La esencia de la Navidad es Dios que se ha hecho carne y ha venido en medio de los hombres» en un acto de amor que «une la humanidad al Dios viviente por medio de nuestro Señor Jesucristo», recuerda el prelado, según cita «AsiaNews».

Estos días Manila refleja el ambiente festivo en la iluminación, en los tradicionales árboles de Navidad, los comercios están muy concurridos para buscar regalos para seres queridos y en las familias se respira un aire de gozo y de fiesta, pero se corre el riesgo de perder la «verdadera esencia de la Navidad», alerta.

Es por lo que recuerda en su mensaje por la fiesta del Nacimiento del Hijo de Dios que la Iglesia siempre ha salido en defensa de la dignidad del hombre en nombre de Cristo contra gobiernos opresivos, explotación, abusos.

Subraya que, por su parte, autoridades políticas, funcionarios del gobierno y oficiales públicos están llamados a servir a los ciudadanos, siendo éstos quienes les eligieron a ellos o a quienes habrían de designarles.

«El poder civil deriva de Dios –recalca monseñor Cruz— y es manifestado a través de la voluntad del pueblo, que Él ha creado a Su imagen y semejanza».

Así que «el gobierno es del pueblo, se expresa mediante la voluntad popular y es llevado a cabo en beneficio de la gente», prosigue.

Pero el prelado constata que a menudo la gente acepta de forma pasiva los errores de quienes gobiernan, convencida de que las decisiones se toman para mejorar su calidad de vida, o, resignadas, las personas «siempre están oprimidas y deprimidas, pobres y necesitadas», denuncia.

«Nuestra nación es tan buena como la hagamos. Nuestra nación es tan pobre y miserable como permitamos que sea» –alerta–, y los líderes políticos serán «buenos o malos» sólo mientras la gente les acepte «como tales sin hacer nada por mejorar la clase dirigente».

El pasado mes de junio los obispos católicos de Filipinas hicieron llegar a la recién reelegida presidente, Gloria Macapagal-Arroyo, su solicitud pastoral «sobre todo en los programas que alivien la pobreza de hombres y mujeres de nuestro país».

De hecho, durante su campaña electoral, Macapagal-Arroyo hizo hincapié en un programa para los pobres para sus seis años de mandato, entre cuyos desafíos también enfrenta inestabilidad política, corrupción, evasión fiscal, una guerrilla comunista y la de dos grupos islámicos.

En Filipinas, más de 45 millones de ciudadanos –por encima de la mitad de la población nacional– viven con dos dólares al día.

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ZENIT Staff

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