Arzobispo iraquí reclama la ayuda urgente de la UNESCO

Peligran en Irak iglesias y manuscritos únicos en el mundo

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KIRKUK, lunes, 9 junio 2008 (ZENIT.org).- «El patrimonio cultural cristiano en Irak es un bien universal, ¡salvémoslo!», es el llamamiento del arzobispo de Kirkuk de los Caldeos, monseñor Louis Sako, a la comunidad internacional.

Un artículo firmado por el prelado y difundido en la agencia «AsiaNews.it» del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) denuncia la irreparable pérdida, también cultural, de la progresiva desaparición de los cristianos de tierra iraquí, donde tienen raíces desde el siglo I.

Los cristianos y otras minorías son objetivo frecuente de violencia en Irak. El secuestro y muerte del arzobispo caldeo de Mosul, monseñor Paulos Faraj Rahho, se ha contado entre los últimos episodios que han sacudido el país.

Irak padece el éxodo de sus cristianos; monseñor Sako advierte del perjuicio cultural que puede acarrear este drama y llama a la UNESCO a intervenir, apelando a su misión específica.

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la UNESCO (www.unesco.org) nació el 16 de noviembre de 1945 con el amplio objetivo -como explica el propio organismo- de «construir la paz en la mente de los hombres mediante la educación, la cultura, las ciencias naturales y sociales y la comunicación" promoviendo la cooperación internacional en estas áreas entre sus 193 estados miembros, entre los que se cuenta Irak desde el 21 de octubre de 1948.

De acuerdo con la UNESCO, «el patrimonio cultural refleja la vida de la comunidad, su historia e identidad», por lo que «su preservación ayuda a reconstruir comunidades desmembradas, a restablecer su identidad, a crear un vínculo con su pasado y a crear un vínculo entre el pasado, el presente y el futuro».

Por su interés, publicamos el texto íntegro del llamamiento de monseñor Louis Sako.

* * *

El éxodo que está vaciando Irak de la milenaria presencia cristiana podría suprimir asimismo su rico patrimonio cultural que en esta tierra se conserva desde hace siglos. En pocos años, si la emigración prosigue a estos niveles, no sólo el país se verá privado de uno de los componentes más antiguos de su población, sino que también el mundo perderá una gran riqueza.

¿Qué será de iglesias y monasterios antiquísimos como la iglesia de Koche cerca de Bagdad, Tahira, Mar Isaiyia, Miskenta, santo Tomás, Marhudeini, el monasterio de san Miguel en Mosul y la iglesia roja de Kirkuk (todos lugares que se remontan a un período entre los siglos V y VII), de manuscritos rarísimos y de una lengua -el arameo- desconocida para el resto del mundo, si decaen quienes siempre han garantizado su vida y conservación?

Es necesario salvar estos bienes, con la ayuda de la comunidad internacional, de la dejación a la que se encaminan a causa de la inseguridad y de la eventual destrucción si resultan golpeados por operaciones militares.

Por ello propongo la institución de un museo cristiano que pueda reunir todos los bienes que en el curso de la historia se han sedimentado en nuestra tierra. Filmar estos edificios y manuscritos y documentar todo este patrimonio, que es un bien mundial, ¡de toda la humanidad! ¡Esto es tarea de la UNESCO!

El cristianismo en Irak se remonta al siglo I; llegó a la tierra de los Dos Ríos a través del Apóstol santo Tomás. Desde entonces ha crecido y se ha desarrollado hasta el culmen alcanzado en el siglo IV, cuando la Iglesia en Mesopotamia se propone como Iglesia misionera, impulsándose hasta la India y China. Los cristianos fueron pioneros en la civilización de Irak.

Igualmente después de la conquista islámica los cristianos han contribuido activamente al desarrollo cultural árabe con la enseñanza de las letras, filosofía, astronomía, física, matemáticas y medicina. Desde el principio los cristianos se fundieron con las demás realidades étnicas y religiosas -kurdos, turcomanos y yezidi–, han defendido siempre la integridad del país valientemente junto a sus hermanos musulmanes. Dan testimonio de lealtad, fidelidad, honestidad y voluntad de vivir en paz y fraternidad con los demás. Durante catorce siglos han vivido juntos en el contexto de una cultura islámica, en el respeto recíproco.

[Traducción/edición: Marta Lago]

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ZENIT Staff

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