Asamblea del episcopado mexicano subraya la comunión de sus miembros

En torno a su nuevo patrono

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MÉXICO, martes, 14 noviembre 2006 (ZENIT.orgEl Observador).- Durante la homilía de apertura de la 82 Asamblea Plenaria del Episcopado Mexicano (CEM), su presidente, el obispo de León, monseñor José Guadalupe Martín Rábago, pidió la intercesión del nuevo santo mexicano, san Rafael Guízar Valencia, para que la reunión de los obispos mexicanos «sea un momento que nos haga fortalecer nuestra tarea de evangelizadores; esa es nuestra misión y la tarea para la que fuimos elegidos».

Ante la presencia de los cardenales, los arzobispos, los obispos y el nuncio apostólico en México, el arzobispo Giuseppe Bertello, el presidente de la CEM se congratuló por tener el organismo que agrupa a los obispos del segundo país con mayor número de católicos del planeta a un patrono santo.

«Por primera vez –dijo monseñor Martín Rábago–, los obispos mexicanos reunidos, podemos invocarlo diciéndole: ¡san Rafael Guízar Valencia, ruega por nosotros tus hermanos en el episcopado; trasmítenos tu entusiasmo misionero; contágianos de tu caridad pastoral, del desprendimiento de las cosas materiales; ayúdanos a sobrellevar con paciencia los sacrificios que comporta nuestra vocación; que aprendamos, como tú, a imitar a Cristo manso y humilde de corazón!».

Recordó el prelado mexicano –haciendo referencia a la Carta de Tito– que «el obispo es maestro que con sus instrucciones y exhortaciones ofrece, con absoluta fidelidad, la verdad de la doctrina cristiana».

«Esta vocación profética ha sido constantemente enseñada en el magisterio eclesiástico; baste señalar lo que afirma el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica “Pastores Gregis”: “El gesto previsto en el Rito Romano de Ordenación Episcopal, cuando se pone el Evangeliario abierto sobre la cabeza del electo, expresa, por una parte, que la Palabra arropa y protege el ministerio del obispo y, de otra, que ha de vivir completamente sumiso a la Palabra de Dios (N. 28)»», señaló monseñor Martín Rábago durante su homilía.

Más adelante se refirió a los trabajos que han desembocado en esta 82 Asamblea de la CEM, que culminan un trienio de tareas para revisar y actualizar las estructura internas del organismo con el objetivo de «iniciar un trabajo más articulado, más acorde a lo que nos corresponde desde una eficiente colegialidad episcopal y más ágil para responder a los retos que hoy nos plantean las exigentes circunstancias que nos toca vivir».

En la parte central de la homilía, monseñor Martín Rábago manifestó la comunión fraterna de todos los obispos del país con los obispos de Oaxaca, región que está sufriendo momentos de violencia y de tensiones sociales que ya se extienden a lo largo de seis meses y que parecen no tener un final político adecuado para el pueblo.

«Ante la complejidad de los acontecimientos y el enrarecimiento del clima entre los sectores sociales, señaló el Presidente de la CEM, los obispos queremos alzar la voz para proclamar que hay esperanza para alcanzar la paz; que confiamos en el amor de Dios que habita en cada persona para lograr el respeto a la dignidad del ser humano y conformar, por el ámbito del diálogo la construcción de una sociedad oaxaqueña en comunión y en solidaridad».

Finalmente, monseñor Martín Rábago pidió, a nombre de los más de 110 obispos reunidos en la Basílica de Guadalupe que la Patrona de América «nos recoja a todos en el hueco de su manto y que nos haga crecer en sentimientos de fraternidad, que seamos sensibles al clamor de los que sienten que se les ha arrebatado la fuerza vivificante de la esperanza; que nos convirtamos en merecedores de la bienaventuranza evangélica».

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ZENIT Staff

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