Asesinato del primer ministro: La Iglesia en Serbia y Montenegro llama a la responsabilidad

Declaraciones del presidente del episcopado, monseñor Hocevar

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BELGRADO, 14 marzo 2003 (ZENIT.org).- Tras el atentado que el martes acabó con vida del primer ministro, Zoran Djindjic, la Iglesia católica en Serbia y Montenegro expresó su cercanía a los habitantes de la nación junto al deseo de hacer todo lo posible para mantener la paz, la justicia y el camino de la democracia.

Fue la declaración –pronunciada nada más conocer el asesinato– de monseñor Stanislaw Hocevar, arzobispo metropolita de Belgrado y presidente de la Conferencia Episcopal de Serbia y Montenegro.

«La Iglesia», dijo el prelado, «llama a la responsabilidad, a la oración y al compromiso por el bien y manifiesta plena esperanza de poder, con la ayuda de Dios, superar estas grandes dificultades en el camino del progreso», recogió la agencia «Sir».

Zoran Djindjic fue asesinado a tiros cuando salía de su automóvil frente al edificio del gobierno de Belgrado. El primer ministro serbio había sido uno de los artífices de la caída del dictador Slobodan Milosevic.

«Ese acto criminal es un intento claro de los que en los pasados años intentaban con los asesinatos detener el desarrollo de Serbia y su democratización, cambiar el curso de la historia y volver a aislar a Serbia y convertirla en un reino de los delincuentes», afirmó un comunicado del gobierno

La autoría de su muerte apunta por el momento a un comandante de una unidad especial de la policía relacionado con la mafia y elementos criminales de la época de Milosevic, que ya habían intentado asesinarle en varias ocasiones.

La presidenta interina de Serbia, Natasa Micic, proclamó este miércoles el estado de excepción a petición del gobierno serbio, que considera que está en peligro el orden democrático y la seguridad del país, y decretó tres días de duelo.

Djindjic había sufrido el pasado 21 de febrero un atentado fallido cuando un camión trató de embestir la caravana del primer ministro en su camino hacia el aeropuerto de Belgrado.

El primer ministro fallecido había logrado prevenir la secesión de Montenegro con el nacimiento, un mes atrás, del Estado de Serbia y Montenegro, nuevo nombre de la extinta Federación Yugoslava.

Con su muerte se teme ahora que el país y la región balcánica vuelva al caos entre la indiferencia de la opinión pública internacional, ahora concentrada en la crisis iraquí.

«Djindjic fue quien dirigió los primeros movimientos de oposición contra Milosevic que en 1996 llevaron a aquella maravillosa participación popular en Belgrado», recordó ante los micrófonos de «Radio Vaticano» Federico Eichberg, experto en cuestiones balcánicas.

«Diría que incluso era cercano en general a la idea de integrar Serbia en Occidente», añadió Eichberg.

«Estamos muy afectados por el gravísimo hecho del asesinato del primer ministro, Zoran Djindjic –declaró monseñor Hocevar–. Se trata de un gran crimen que condenamos y esperamos que todos lo hagan así».

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ZENIT Staff

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