Atenas y Jerusalén, juntas para el renacimiento del cristianismo

Un libro de monseñor Leuzzi propone una nueva alanza entre razón y fe

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 18 febrero 2008 (ZENIT.org).- Una nueva alianza entre fe y razón, encarnadas respectivamente por Jerusalén y Atenas, pueden ser el secreto de la renovación no sólo del cristianismo, sino de la cultura en general.

Es la propuesta que presenta el libro «Atenas y Jerusalén de nuevo juntas» («Atene e Gerusalemme di nuovo insieme»), editado por la Librería Editorial Vaticana, escrito por monseñor Lorenzo Leuzzi, director de la Oficina para la Pastoral Universitaria de la Diócesis de Roma y secretario de la Comisión de Universidad del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE).

Entrevistado por Zenit, monseñor Leuzzi, explica que el encuentro entre Atenas y Jerusalén es decisivo para el renacimiento de la religión y para renovar la acción eclesial.

El prelado está convencido de que «el cristianismo está, en esta situación histórica, en una condición favorable respecto a las demás culturas religiosas hoy presentes en la escena mundial» y «puede abrir horizontes nuevos en la cultura contemporánea».

Según monseñor Leuzzi, «no se puede comprender la modernidad sin entender la verdadera naturaleza de la religión» y «no se trata de dar vida a una simple reconstrucción intelectual para los enterados, sino de un giro teológico que debe implicar la vivencia concreta de las comunidades cristianas».

«Cuanto más dé el cristianismo testimonio significativo y creíble de que la Palabra es el Logos –añade monseñor Leuzzi– tanto más ayudará a las religiones, y se ayudará a sí mismo, a no homologarse en un vago politeísmo religioso y ayudará a la razón a no empantanarse en el mundo de lo irracional».

Para el prelado que guía la pastoral universitaria de Roma «la comunidad cristiana debe emprender una gran obra de renovación pastoral que sea expresión del encuentro vivo y real con Jesús de Nazaret».

«Por esto –observa– el nuevo encuentro entre Atenas y Jerusalén debe animar toda la acción eclesial, empezando por el delicado y articulado empeño educativo en el que, más que en otros sectores, se advierte la profundidad y la gravedad de su ausencia».

En este sentido, el prelado del Vicariato de Roma recuerda el discurso del Papa en el Hofburg de Viena, el 7 de septiembre de 2007, cuando Benedicto XVI subrayó que el cristianismo ha dado origen a «ese universalismo igualitario, del que derivaron las ideas de libertad y de convivencia social» que es «una herencia inmediata de la justicia judía y de la ética cristiana del amor».

«Inalterada en la sustancia, esta herencia ha sido siempre de nuevo hecha propia en modo crítico y nuevamente interpretada. A esto hasta hoy no hay alternativa», afirmó entonces el pontífice.

«Por este motivo –concluye monseñor Leuzzi– es necesario que Atenas y Jerusalén se encuentren de nuevo juntas».

El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, ha escrito el prólogo del libro para explicar que, «en la enseñanza de Benedicto XVI, la Iglesia y el mundo se reclaman mutuamente como interlocutores que se buscan y se confrontan, porque la verdad del hombre es la primera preocupación de la Iglesia y la noticia de que Dios es Amor es lo que el mundo espera desde la eternidad».

La perspectiva de realizar un nuevo encuentro entre Atenas y Jerusalén, para el secretario de Estado vaticano «no pertenece a la nostalgia del pasado, sino que constituye un proyecto ambicioso que la humanidad tiene ante sí», del cual «depende el destino del hombre».

Desde este punto de vista, recae «una responsabilidad mayor» sobre cuantos «han encontrado el Amor, su rostro humano en Jesús de Nazaret» y «están llamados a compartir con Benedicto XVI el deseo de servir al hombre en su concreta existencia histórica».

El Magisterio del Papa, añade el purpurado, «abre la vía a una profunda renovación de la vida de la comunidad eclesial, llamada a encontrar en sí misma, y no fuera de sí, la sintonía con el camino de la historia, porque la historia humana es ya presente vivido de su existencia».

«La vida cristiana no se debe contar entre las formas de religiosidad mítico-simbólicas o entre las propuestas de animación social, sino que es real inserción en Cristo, que es el Logos-Palabra. La vida nueva en Cristo, donada en el Bautismo, es plenitud de historicidad, que habilita al creyente a comprender y a servir a la historia».

El realismo de la fe es «la vía maestra para recrear el tejido cristiano de la comunidad eclesial, tal vez absorbida por las preocupaciones que distraen su mirada de Cristo». «Atenas y Jerusalén pueden volver a encontrarse porque, en el corazón de la Iglesia, la fe y la razón están en la condición favorable de iluminar las vías nuevas a emprender».

Como en el pasado, añade el purpurado, también hoy la comunidad cristiana «debe responder con generosidad a las expectativas de la humanidad, empeñada en una difícil coyuntura de la historia, todavía carente de adecuadas soluciones para el desarrollo integral de la persona humana».

Las reflexiones recogidas en el volumen de monseñor Leuzzi pueden, por tanto, ser «impulso, no sólo a nivel teórico, sino también operativo, para acoger con confianza los desafíos de la cultura contemporánea, y a nivel creativo para compartir el Magisterio de Benedicto XVI que busca la renovación pastoral del tejido eclesial».

«Si aumenta en todos la conciencia de que Atenas y Jerusalén pueden volver a encontrarse, el camino de la historia transcurrirá por vías que todos los hombres podrán recorrer con alegría y serenidad», concluye el purpurado.

Traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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