Audiencia del Papa a los obispos siro-malabares

Con motivo de su visita “ad Limina Apostolorum”

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 7 de abril de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los obispos de la Iglesia siro-malabar de la India, al recibirlos en audiencia con motivo de su visita ad Limina Apostolorum.

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Os ofrezco mi cálida y fraternal bienvenida en la ocasión de vuestra visita ad Limina Apostolorum en un momento marcado tristemente por la muerte del cardenal Varkey Vithayathil. Antes de todo, deseo dar gracias a Dios por su capaz y dispuesto servicio durante muchos años a toda la Iglesia de la India. Que nuestro amado Salvador acoja su noble alma en el paraíso, y que descanse en paz en comunión con todos los santos.

Os agradezco los sentimientos de respeto y estima ofrecidos por Mar Bosco Puthur en vuestro nombre y en el de todos a los que están bajo vuestro cuidado. Vuestra presencia es una expresión elocuente de los profundos lazos espirituales que unen a la Iglesia Siro-Malabar con la Iglesia Universal, en fidelidad a la oración de Cristo por sus discípulos (cf. Jn 17,21). Traéis a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo, las alegrías y las esperanzas de toda la Iglesia Siro-Malabar, a la que mi predecesor el Venerable Juan Pablo II felizmente elevó a la categoría de Iglesia Arzobispal Mayor en 1992. Mis saludos a los sacerdotes, hombres y mujeres religiosos, miembros de movimientos laicos, familias y en particular, a la gente joven que son la esperanza de la Iglesia.

El Concilio Vaticano II enseña que los “Obispos, por su parte, puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno”.  (Christus Dominus, 1). El encuentro de hoy que forma parte esencial de su peregrinación ad Limina Apostolorum, es también una ocasión para intensificar la conciencia del don divino y la responsabilidad recibidos en la ordenación por la que os convertisteis en miembros del Colegio de los Obispos. Me uno a vosotros en la petición de intercesión de los Apóstoles para vuestro ministerio. Ellos, que fueron los primeros en recibir la orden de cuidar a la grey de Cristo, continúan guiando y cuidando a la Iglesia desde el Cielo y constituyen el modelo y la inspiración para todos los Obispos por su santidad de vida, enseñanza y ejemplo.

Vuestra visita también nos da una preciosa oportunidad para dar gracias a Dios por el regalo de la comunión en la fe apostólica y en la vida del Espíritu que os une entre vosotros y con vuestra gente. Con divina inspiración y gracia por un lado, y con las humildes oraciones y esfuerzos por la otra, este precioso don de la comunión con el Dios Trino y con el prójimo crece, cada vez, más rico y profundo. Cada obispo, por su parte, está llamado a ser ministro de unidad (cf. ibid., 6) en su iglesia particular y dentro de la Iglesia Universal. Esta responsabilidad es de especial importancia en un país como la India, donde la unidad de la Iglesia se refleja en la rica diversidad de sus ritos y tradiciones. Os animo a hacer todo lo que podáis en la promoción de la comunión entre vosotros y con todos los obispo católicos de todo el mundo, y a ser expresión viva de la comunión entre vuestros sacerdotes y fieles.

Dejad que el mandamiento suave de San Pablo continúe guiando vuestros corazones y vuestros esfuerzos apostólicos: “Amad con sinceridad. Tened horror al mal y pasión por el bien. Amaos cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos. Vivid en armonía unos con otros”. (Rom 12, 9-10,16). Para que la unidad de Dios Trino sea proclamada y vivida en el mundo, y así nuestra nueva vida en Cristo sea experimentada cada vez más profundamente, para beneficio de toda la Iglesia católica.

Dentro de este misterio de amorosa comunión, una expresión privilegiada de comunión en esta vida divina es a través del matrimonio sacramental y de la vida familiar. Los cambios rápidos y dramáticos que forman parte de la sociedad contemporánea de todo el mundo traen con ellos no sólo retos muy serios, sino que también nuevas posibilidades de proclamar la verdad liberadora del mensaje del Evangelio para transformar y elevar todas las relaciones humanas. Vuestro apoyo, queridos hermanos obispos, y el de vuestros sacerdotes y comunidades, para la educación sólida e integral de los jóvenes en los caminos de la castidad y la responsabilidad, no sólo les permitirá a abrazar la verdadera naturaleza del matrimonio, sino que también beneficiará a la cultura india en su conjunto. Desgraciadamente, la Iglesia ya no puede contar con el apoyo de la sociedad para promover el sentido cristiano del matrimonio de unión permanente e indisoluble dirigida a la procreación y santificación de los esposos. Que sus familias miren al Señor y a su palabra salvífica para tener una visión verdaderamente positiva de la vida y las relaciones maritales, tan necesarias para el bien de toda familia humana. Que vuestra predicación y catequesis en este ámbito sea paciente y constante.

En el corazón de muchos de los trabajos de educación y de caridad realizados en vuestras Eparquías están diversas comunidades de religiosos y religiosas que se dedican al servicio de Dios y del prójimo. Quiero expresarle la consideración de la Iglesia por la caridad, la fe y el duro trabajo de estos religiosos, quienes en su profesión y vida de los votos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia ofrecen un ejemplo de completa devoción al Divino Maestro y así ayudan considerablemente a proveer a los fieles de toda obra buena. (cf. 2 Tim 3,17). La vocación a la vida religiosa y el objetivo de la caridad perfecta es atractiva en todas las edades, pero debe ser alimentada por una renovación constante del espíritu, que debe ser fomentada por sus superiores quienes dedican una gran atención a la formación humana intelectual y espiritual de sus compañeros religiosos (cf. Perfectae Caritatis, 11). La Iglesia insiste en que la preparación para la profesión religiosa debe estar señalada por un largo y cuidadoso discernimiento, con el objetivo de asegurar, antes de que se hagan los votos finales, que cada candidato esta firmemente arraigado en Cristo, firme en su capacidad de un compromiso genuino y lleno de alegría en la donación de sí mismo a Jesucristo y a su Iglesia. Además, por su naturaleza, la formación no se termina nunca, sino que continúa y debe ser parte integrante de la vida diaria de cada uno y de la comunidad. Hay mucho que hacer en este ámbito, usando todos los recursos disponibles en vuestra Iglesia, sobre todo a través de la práctica profunda de la oración, y las tradiciones litúrgicas y espirituales del rito Siro-Malabar, y las exigencias intelectuales de una práctica pastoral sólida. Os animo, en colaboración estrecha con vuestros religiosos superiores, planificar efectivamente una sólida formación continuada, de manera que los religiosos y religiosas continúen dando un testimonio poderoso de la presencia de Dios en el mundo y para nuestro destino eterno, de manera que el don completo de sí mismos a Dios a través de la vida religiosa, brille con toda su belleza y pureza ante los hombres.

Con estos pensamientos, queridos hermanos obispos, quiero de nuevo expresar mi afecto fraternal y estima. Os encomiendo a la intercesión de santo Tomás, Apóstol de la India, os aseguro mis oraciones a vosotros y a todos los que están confiados a vuestro cuidado pastoral. A todos vosotros os imparto mi Bendición Apostólica como prenda de la gracia y paz en el Señor.

[Traducción del original inglés por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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