Aumentan las causas de beatificación en el pontificado de Benedicto XVI

Confirma el prefecto del dicasterio para las Causas de los Santos

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 18 febrero 2008 (ZENIT.org).- En los poco más de dos años y medio del pontificado de Benedicto XVI, la cifra de nuevos beatos y santos llega a 577, casi un tercio de los de 27 años de pontificado de Juan Pablo II.

Los datos –recalcó este lunes el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos– desmienten una ralentización o disminución de los procesos desde que Joseph Ratzinger fue elegido a la sede petrina.

La presentación de la Instrucción «Sanctorum Mater» [sobre la fase diocesana de las causas de beatificación y canonización] dio oportunidad al cardenal José Saraiva Martins, este lunes, de apuntar datos relativos al presente pontificado.

Ha habido 40 ceremonias durante las cuales se ha beatificado a 563 siervos de Dios (36 confesores y 527 mártires; entre todos los anteriores 48 sacerdotes diocesanos, 485 religiosos y religiosas, 30 laicos y laicas. En total 509 hombres y 54 mujeres).

Por años, en 2005 se registraron 7 ceremonias (9 confesores, 22 mártires); en 2006, 14 ceremonias (14 confesores, un mártir); en 2007, 18 ceremonias (12 confesores, 504 mártires); en 2008 –hasta la fecha– una ceremonia (un confesor).

El prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos ha presidido 31 ceremonias (18 en Italia; 13 en México, Portugal, Brasil, España, Francia, Polonia y Austria).

En cuanto a las canonizaciones, Benedicto XVI ha presidido 4 ceremonias (3 en Roma y una en Brasil). En ellas ha inscrito a 14 beatos en el catálogo de santos de la Iglesia universal (2 obispos, 4 sacerdotes, 5 religiosos y 3 religiosas).

Durante este pontificado «no han disminuido las causas de beatificación; ciertamente han aumentado», confirmó el cardenal Saraiva.

Y es que, tras las huellas de su predecesor, «también Benedicto XVI tiene una gran sensibilidad por la santidad en la Iglesia», como prueban estas cifras; «nos referimos a la santidad concreta, vivida, existencial, encarnada en las personas», puntualizó el purpurado.

Desde el inicio de su pontificado, Benedicto XVI volvió a la tradición de los Papas en cuanto a no presidir beatificaciones, una práctica plurisecular –interrumpida en 1971 por el Papa Pablo VI y constantemente seguida por Juan Pablo II– según la cual no era el pontífice quien celebraba las beatificaciones, ni siquiera cuando tenían lugar en Roma, en la Basílica de San Pedro, sino que el rito era celebrado por un obispo y por un cardenal delegado por el Santo Padre.

Así que «ciertamente el número de las ceremonias de beatificación se ha cuadruplicado o quintuplicado –apuntó este lunes el cardenal Saraiva– porque antes en una sola ceremonia en Roma se beatificaba a cinco o seis» siervos de Dios; «ahora, al tener lugar en las Iglesias locales esparcidas por todo el mundo, por cada ceremonia hay un nuevo beato, de manera que han aumentado muchísimo por necesidad».

Igualmente ha aumentado la labor del purpurado al respecto, porque «por norma –con el nuevo procedimiento– es [el cardenal prefecto] quien preside la beatificación», aclaró.

El trabajo del dicasterio en estos años «ciertamente no ha disminuido, igual que no han disminuido, sino aumentado las causas de beatificación», insistió.

Benedicto XVI sigue los pasos de Juan Pablo II, quien «consideraba éste el punto fundamental de la Iglesia, y decía siempre que el dicasterio para las Causas de los Santos tiene un trabajo bellísimo porque se ocupa de lo más importante, que es la santidad de la Iglesia», recuerda el cardenal Saraiva.

Desde el punto de vista pastoral, eclesial y conciliar, la celebración de las beatificaciones en las Iglesias locales, según el purpurado, es una experiencia también bellísima.

El Concilio Vaticano II subrayó con vigor la importancia de las Iglesias locales, y una beatificación, para el cardenal Saraiva, es la mejor manera de incidir en este aspecto.

Y como explicó a la prensa internacional, desde el punto de vista pastoral, el hecho de beatificar a una persona en su propia comunidad representa una fortísima invitación a los conciudadanos a seguir el ejemplo del nuevo beato en su seguimiento evangélico. 

Particularmente conmovedor, además, es el hecho de que en la celebración de las beatificaciones en las Iglesias locales puedan participar multitudes enormes, en muchas ocasiones en presencia de los hermanos, esposa o madre del nuevo beato, como se ha verificado en este pontificado.

Son los propios familiares los que llevan al altar las reliquias del nuevo beato, en medio de «un silencio y una conmoción indescriptible». Y es que «la santidad no es cosa de museo, sino algo actual», una realidad que recalca la presencia de la familia y que tiene una gran importancia eclesial, concluyó.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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