Aún caben soluciones diplomáticas a la tensión entre Turquía y el Kurdistán iraquí

Afirma monseñor Luigi Padovese, vicario apostólico de Anatolia

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Hay espacio a soluciones diplomáticas en la tensión que se vive entre Turquía y el Kurdistán iraquí, siempre que se afronte la cuestión kurda en toda su amplitud, considera el vicario apostólico de Anatolia, monseñor Luigi Padovese.

El domingo, tras el rezo del Ángelus, Benedicto XVI exhortó a realizar «todo esfuerzo para lograr una solución pacífica» de esta crisis en la región fronteriza turco-iraquí.

Está ligada a la presencia, en el norte de Irak, de rebeldes kurdos del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), considerado organización terrorista por Turquía, los EE. UU., la Unión Europea e Irak.

Hace tiempo que Turquía amenaza con una intervención militar en el Kurdistán iraquí, donde el PKK ha creado bases.

«Un conflicto abierto entre Turquía y el Kurdistán iraquí sería una catástrofe para las poblaciones involucradas y la enésima herida abierta en todo el área de Oriente Medio», apunta la edición de este miércoles de «L’Osservatore Romano».

Al fuerte llamamiento por una solución pacífica de la crisis se suma –recoge la voz oficiosa de la Santa Sede— el obispo Padovese, para quien la cuestión kurda es «un problema sobre todo interno de Turquía», país «de diferentes rostros».

De acuerdo con el vicario apostólico, atiza la tensión «cierta prensa que siempre ha hecho hincapié en los ataques del PKK y en los asesinatos, que hay que condenar, de los soldados turcos, con la consecuencia de que se ha creado un cierto clima sobre la oleada emocional de estos hechos».

Con todo, en su opinión «existe aún espacio para la solución diplomática», siempre que no se olvide afrontar «el problema kurdo en toda su amplitud y alcance», «problema que persistiría también después de una posible invasión turca de Irak».

«Al lado de una realidad kurda con dificultades de inserción, de hecho, existe otra, también kurda, bien integrada en Turquía», precisa.

Y alerta de que quien pagaría el precio de un eventual conflicto serían todas las personas que han encontrado en el Kurdistán seguridad respecto a la guerra iraquí; muchos de estos desplazados son cristianos.

Irak «están cansado y oprimido, y no tiene necesidad de nuevas guerras», apunta por su parte el padre Philip Najim –procurador de la Iglesia caldea ante la Santa Sede–, según cita el diario vaticano.

Se lee en las páginas romanas que, al ritmo del crecimiento de las amenazas, las pequeñas comunidades cristianas del sudeste de Turquía y de Siria se reúnen a orar por la paz.

Ocasión ha sido, por ejemplo, el centenario de la muerte de Sanjuán Crisóstomo (407), escribe el diario–: «Algunos cientos de fieles, con doce religiosas Misioneras de la Caridad, se desplazaron desde Aleppo y llegaron a Antioquia, donde el metropolita greco-ortodoxo Paul Yazici presidió una solemne concelebración bajo la protección de María, con la presencia de seis obispos que expresaron la voluntad de las diferentes comunidades cristianas de trabajar juntas por la paz».

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ZENIT Staff

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