Ausencia de referencia cristiana en la Constitución europea, «miopía cultural»

Según el secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 octubre 2004 (ZENIT.org).- La Santa Sede considera que la ausencia de una mención a las raíces cristianas en la Constitución de la Unión Europea se debe más que a prejuicios anticatólicos a la «miopía cultural».

Así lo constata el arzobispo Giovanni Lajolo, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, en una entrevista concedida al diario italiano «La Stampa» el pasado 29 de octubre, día en que tenía lugar la firma del Tratado Constitucional en Roma.

«La mención de las raíces cristianas de Europa en el «Preámbulo» del Tratado constitucional era deseada vivamente por muchos cristianos de este continente, católicos, ortodoxos y evangélicos», constata el prelado italiano, conocido como «ministro de Exteriores» de la Santa Sede.

«No podía poner en peligro, como alguno temía, la laicidad –¡la «sana laicidad»!– de la estructura política. Era necesaria, por el contrario, para mantener viva la conciencia de la identidad histórica concreta de Europa y de sus volares irrenunciables».

«Si la nueva «vieja Europa» quiere desempeñar en la historia de los años venideros un papel digno de su pasado, no podrá contentarse con vagas reminiscencias, sino que tendrá que ser consciente de aquello que específicamente ha conformado su fisonomía espiritual», añade el prelado en sus declaraciones al diario de Turín.

«Más que el prejuicio anticristiano –que no sorprende– asombra la miopía cultural –reconoce monseñor Lajolo–: pues decir «raíces cristianas» no quiere decir limitación ideológica, sino memoria del fermento producido en la historia de Europa, y desde Europa difundido a todo el mundo».

Hacer «memoria de la revolución más grade del espíritu que ha conocido la humanidad, no quiere decir esperar en el regreso de estaciones que ya han pasado, sino esperar en un nuevo humanismo, que no pierda su vigor por el relativismo ni quede esterilizado por el tecnicismo».

Se trata, concluyó, de «esperar en un nuevo humanismo que naturalmente respete y esté abierto a otras culturas, es más, orientado hacia una nueva y más elevada forma de civilización».

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ZENIT Staff

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