Avances y estancamientos en las relaciones entre ortodoxos y católicos

Levantadas las excomuniones, dos cuestiones bloquean el camino hacia la unidad

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CIUDAD DEL VATICANO, 13 octubre 2002 (ZENIT.org).- Las relaciones de diálogo en búsqueda de la unidad plena entre ortodoxos y católicos, surgidas con el Concilio Vaticano II, encontraron su expresión concreta con la creación en 1979 de una Comisión mixta internacional entre la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa.

El organismo, que fue creado por el Papa Juan Pablo II y el patriarca de Constantinopla, Demetrios I –«primus interpares» en las Iglesias ortodoxas–, tiene por objetivo fundamental el diálogo teológico.

El paso más importante de acercamiento entre ortodoxos y católicos tuvo lugar al concluir el Concilio Vaticano II, en 1965, cuando el Papa Pablo VI y el patriarca de Constantinopla Atenágoras I levantaron las mutuas excomuniones que habían sido decretadas en 1054 por el Papa León IX y el patriarca de Constantinopla Miguel el Cerulario y que habían dado origen al cisma.

La Comisión católico-ortodoxa comenzó su labor en 1980 y hasta ahora ha elaborado cinco documentos, de los cuales tres (1990, 1991, y 1993) tocan la cuestión de los católicos de rito oriental (llamados por algunos ortodoxos «uniatas») que prestan obediencia al Papa manteniendo su liturgia y costumbres orientales (como los ortodoxos).

En el último encuentro, el de Balamand (el Líbano), en 1993, participaron representantes de diez Iglesias ortodoxas (faltaba entre otras la de Grecia). La Iglesia ortodoxa de Rusia estaba presente, firmó el documento, aunque después lo ha rechazado, según constata este domingo «Radio Vaticano».

En el octavo encuentro de la Comisión (Baltimore, Estados Unidos, 9-19 de julio de 2000), el diálogo se bloqueó precisamente sobre la cuestión de los católicos de rito oriental.

Presidida tanto por el cardenal Edward Cassidy, quien entonces era presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, como por el arzobispo Stylianos de Australia, en nombre del Patriarcado de Constantinopla, la reunión concluyó sin poder presentar un documento teológico conjunto, algo que sí había sucedido en Balamand.

En el debate, los cristianos que obedecen al Papa explicaron que los católicos de rito oriental son un auténtico «puente» entre católicos y ortodoxos. Algunas Iglesias ortodoxas, sin embargo, consideran a los «uniatas» (nombre que suele tener connotaciones peyorativas) como un obstáculo eclesiológico imposible de superar.

Los católicos de rito oriental fueron víctimas en varios países ex comunistas de Europa del Este de una terrible persecución religiosa, pues las autoridades quisieron obligarles a pasar por la fuerza a la Ortodoxia.

La otra cuestión que en Baltimore bloqueó el avance del diálogo fue la cuestión de la autoridad del obispo de Roma –en particular los dogmas del primado pontificio y de la infalibilidad papal, proclamados por el Concilio Vaticano I, en 1870–.

En su encíclica «Ut unum sint» (25 de mayo de 1995) sobre el diálogo ecuménico, Juan Pablo II lanzó en el número 96 un «diálogo fraterno» entre «los responsables eclesiales y sus teólogos» para «establecer conmigo y sobre esta cuestión (el primado del Papa) un diálogo fraterno, paciente, en el que podríamos escucharnos más allá de estériles polémicas, teniendo presente sólo la voluntad de Cristo para su Iglesia».

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ZENIT Staff

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