Beatificación de Marco Antonio Durando, misionero de los pobres

Hijo de la familia religiosa de san Vicente de Paúl

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CIUDAD DEL VATICANO, 18 octubre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II beatificará al padre Marco Antonio Durando, uno de los hijos más ilustres de la Congregación de la Misión y de toda la Familia Vicenciana este domingo con ocasión del Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND).

El padre Marco Antonio Durando nació en Mondovì (Italia), en 1801, y murió en Turín, en 1880.

«Desde los primeros días posteriores a su fallecimiento, fue definido por uno de sus hermanos de comunidad como el San Vicente de Italia por su intensa obra de apostolado vicenciano», explica el postulador de la causa de beatificación, el padre vicenciano Roberto D’Amico, a los micrófonos de Radio Vaticana .

A los 15 años de edad manifestó el deseo de marchar como misionero a China. Entró en la Congregación de la Misión, que por entonces se estaba reconstruyendo en Italia. A los 18 años pronunció los votos perpetuos y el 12 de junio de 1824 fue ordenado sacerdote. Durante cinco años permaneció en Casale Monferrato y después, desde 1829 hasta su muerte, en la casa de Turín, de la que fue superior dos años después de llegar.

En lugar de ir a China, dada su delicada salud, su destino fueron las misiones populares, en las que expresó la pasión misionera del anuncio de Cristo. Sostuvo y difundió la recién nacida obra de la Propagación de la Fe, instituida en Lyon en 1822. Huyendo de los extremismos, el padre Durando predicó la misericordia de Dios, atrayendo a la gente a la conversión.

En estas misiones no se limitó a predicar, sino que allí donde encontraba situaciones graves de pobreza, de acuerdo con sus hermanos de comunidad, actuaba de modo concreto.

En Locana, por ejemplo, hizo convertir todo el legado económico de la misión en harina de maíz para los pobres del pueblo, practicando así la enseñanza de San Vicente de actuar espiritual y corporalmente a favor de los pobres.

En 1837, con apenas 36 años, fue nombrado visitador (o superior mayor) de la Provincia del norte de Italia de los misioneros vicencianos, cargo que ocupó durante 43 años hasta su muerte.

Su tiempo se vio absorbido entonces por la organización de la congregación de los misioneros vicencianos y la predicación de ejercicios espirituales a los sacerdotes y clérigos de la diócesis de Turín.

En 1855, inauguró el colegio Brignole-Sale para las misiones extranjeras con el objetivo de formar sacerdotes para las misiones ad gentes.

Además de desarrollar su labor misionera, «su amorosa solicitud la volcó también en la Congregación de La Misión, en un período en el que a las dificultades externas (supresión de las comunidades religiosas y pérdida de bienes) se unían las internas (exaltación de la libertad e independencia)», explica el padre D’Amico.

«Gobernó con firmeza y dulzura la comunidad – añade –, multiplicando las obras, salvándola de las destructivas leyes de 1866 y restaurando la vida religiosa».

El padre Durando fundó además la Comunidad de las Hermanas de Jesús Nazareno para la asistencia de los enfermos a domicilio, día y noche.

Su experiencia y prudencia hicieron de él un director espiritual y hombre de consejo al que acudían el clero y los arzobispos de Turín, distintos institutos religiosos que nacían entonces y laicos comprometidos en la vida pública.

La causa de beatificación, iniciada en Turín en 1928 y continuada en Roma con el proceso apostólico en 1940, concluyó en el 2001 con el reconocimiento del milagro obtenido por su intercesión.

Espiritualidad
Un fragmento de una carta del futuro beato permite comprender su espiritualidad: «el Calvario es el monte de los amantes y las llagas abiertas de Jesús Crucificado son el refugio y la casa de las palomas del Señor. Quien no ama estar en el calvario, habitar en esas llagas, jamás será un verdadero amante de Jesucristo».

«A través de estas palabras, devuelve el interés absoluto e insistente de san Vicente de Paúl y de santa Luisa por la santa humanidad de Cristo, expresión máxima y al mismo tiempo sencilla y accesible, que llega a desarmar, del amor de Dios por cada hombre», constata el padre Roberto D’ Amico.

«De la intensa vida del padre Durando –concluye el postulador de la causa de beatificación– brotan con claridad algunas certezas fundamentales para todo cristiano: el amor y el servicio a los pobres son expresión y consecuencia del amor de Dios, reconocido, encontrado y amado en el calvario, lugar de su glorificación».

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ZENIT Staff

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