Beatificados ayer tres de los cuatro mártires de Lübeck

Se trata de los sacerdotes Johannes Prassek, Hermann Lange y Eduard Müller

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LÜBECK, domingo 26 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Tres sacerdotes que conformaron un grupo de resistencia al Tercer Reich (el cuarto miembro es el pastor protestante, Karl Friedrich Stellbrink), fueron beatificados ayer en la ciudad de Lübeck en Alemania.

La ceremonia ha sido presidida por el cardenal Angelo Amato SDB en representación del Papa Benedicto XVI.

Los tres fueron juzgados por el “Tribunal del Pueblo” (Volksgerichtshof) y condenados a muerte el 10 de Noviembre de 1943 en la guillotina.

ZENIT habló con el postulador de esta causa, el abogado Andrea Ambrosi quien contó sobre la vida y virtudes de cada uno de ellos:

Johannes Prassek: prisionero por decir la verdad

El día que fue ordenado sacerdote, se definió como “la persona más feliz”. El padre Prassek nació hace 100 años en Hamburgo. Estudió en la universidad de los Jesuitas St. Georgen en Frankfurt. En 1935 entró al seminario mayor de Osnabrück y dos años más tarde recibió el sacramento del orden.

Su primera misión fue la de vicario de Wittenburg en Meclenburgo y en 1939 pasó a ser vicario de la comunidad de Herz-Jesu en Lübeck y luego fue nombrado capellán.

Pronto se ganó el cariño de sus fieles: “Prassek atraía hacia él a las personas difíciles y extrañas, desfavorecidas y oprimidas”, dice abogado Ambrosi.

“Su pastoral lo comprometía hasta el límite de su capacidad física y psíquica”, comenta.

Rápidamente fue conocido por su fama de predicador: “Sus impresionantes homilías dominicales no sólo atraían a numerosos fieles, sino también a los espías de la Gestapo”, reconoce el postulador.

“Algunos amigos le hablaban sobre las críticas que hacía, le advertían que quizás podrían ser demasiado imprudentes contra la ideología nacional socialista pero Prassek no se dejó influenciar y pensaba debía decir la verdad”, dice.

El padre Prassek, además de sus críticas se dedicó a estudiar polaco para ayudar a los que estaban forzados a ir a Lübeck.

En 1941 conoció un joven pastor protestante con quien tuvo gran afinidad y quien le mostró su anhelo de conocer la fe católica. Sin embargo este hombre resultó siendo un espía de la Gestapo y la información que consiguió fue clave para que el padre Johhanes fuese arrestado el 18 de mayo de 1942.

Así, fue llevado al edificio de Burgkloster (hoy museo que lleva el mismo nombre). Esperó más de un año para ser procesado en condiciones infrahumanas de hambre y frío, que lo afectaron gravemente, pues tenía una enfermedad estomacal. Durante ese tiempo escribió numerosas cartas.

“A pesar del duro período de prisión y de la perspectiva de la propia ejecución, Prassek no perdió su conciencia de fe, su cordialidad volcada a consolar a los compañeros de prisión”, dice el abogado Ambrosi.

El día de su ejecución le permitieron escribir una carta de despedida a sus familiares, la cual fue destruida después por las duras palabras contra el régimen nacional – socialista. “La guillotina puso fin a la agonía soportada con valentía y fe”, dice el postulador.

Hermann Lange, gran intelectual y mártir

El abogado Ambrosí lo define como un “sacerdote muy erudito e intelectual no sólo en cuestiones teológicas”.

Nació en 1912 en Frisia oriental. Formó parte de una asociación católica estudiantil denominada Nueva Alemania.

Era un fiel seguidor del escritor Romano Guardini, cuya obra lo influenció notablemente. Estudió en 1931 en la facultad de teología en la universidad de Münster. Luego entró al seminario mayor de Osnabrück.

Se ordenó sacerdote en 1938. En Junio 1939 comenzó su labor pastoral en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Lübeck.

El abogado Ambrosi destaca, “sus homilías preparadas en modo absolutamente preciso”.

“Además el sacerdote era decidido, gentil y de sentimientos nobles, desde el punto de vista humano. Era perfectamente íntegro”.

Sobresalía por su gran sensibilidad, humanidad y preparación teológica. Era un gran opositor del nacional – socialismo.

En ese entonces tuvo un diálogo con un joven soldado que servía a este régimen. Lange le dijo claramente que un cristiano no podía estar con los alemanes en la guerra.

Difundía sin miedo sus escritos en contra del Régimen hasta que en 1942 Lübek sufrió los primeros bombardeos y él sin importar el riesgo que corría su vida, se percató de que sus feligreses estuvieran a salvo.

Fue arrestado el 16 de junio de 1942 por la Gestapo. «El segundo senado del tribunal popular lo condenó a muerte junto con otros sacerdotes por disgregación del potencial militar, por apoyo al enemigo con traición a la patria y por delitos radiofónicos”, explica Ambrosi, pues en un programa de radio difundían las ideas contra el régimen.

El postulador destacó así la “compostura admirable” que tuvo el padre Lange en prisión. Compartió la celda con el pastor protestante Schwentner, a quien, según varios testigos trató “como a un hermano”.

Sus cartas testimonian una admirable sumisión a lo que Dios permitiera y una profundidad religiosa: “Cuando recibáis esta carta ya no estaré más en el mundo de los vivos”, escribió a sus padres el día de su condena.

«Hoy será el gran retorno al Reino del Padre, y luego veré a todos aquellos que estuvieron cerca a mí en la tierra”, expresó.

Sobre esta carta el escritor alemán Thomas Mann (1875 – 1955), premio nobel de literatura en 1929, dijo que se trata de: “El testimonio más bello por el don de la fe cristiano – católica”.

Eduard Müller y la santidad en las cosas sencillas

Del grupo de los cuarto mártires, éste fue quien tuvo una juventud más difícil. Nació en agosto de 1911 en el seno de una familia humilde. Estudió en la escuela católica de Neumünster. Era el menor de siete hijos y su padre abandonó su familia.  Fue monaguillo y después carpintero. Desde pequeño mostró su deseo de ser sacerdote.

Gracias al apoyo de unos bienhechores de la parroquia pudo concluir sus estudios secundarios y luego estudió teología católica en Münster.

En 1940 fue ordenado sacerdote en Osnabrück. Trabajó en la parroquia del Sagrado Corazón de Lübeck.

“Su modo de ser calmado, gentil y no autoritario fue muy estimado por los testigos de aquella época”, dice el abogado Ambrosi.

“Particularmente célebre se convirtió su capacidad de identificación con la vida de los trabajadores, artesanos, de hecho no era difícil para él identificarse porque provenía de este ambiente al cual estuvo siempre unido”, afirma.

De los cuatro mártires en Lubek era el menos político. Aún así fue arrestado en julio de 1942.

Después de ser condenado a muerte escribió: “Tengo la esperanza de que no seré nunca defraudado, más bien, con toda franqueza como siempre, también ahora Cristo será glorificado con mi amor, tanto en la vida como en la muerte”.

Estos tres mártires fueron asesinados con un intervalo de sólo tres minutos. Supieron derramar su sangre dando sus vidas como sacrificio supremo del amor de Cristo.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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