Beatificados ocho mártires de la persecución religiosa de 1936 en España

Murieron «perdonando a sus perseguidores», constata el Papa

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 30 octubre 2005 (ZENIT.org).- Después de la beatificación de ocho mártires asesinados en 1936, durante la persecución religiosa que tuvo lugar en España en plena guerra civil, Benedicto XVI destacó en particular que murieron «perdonando a sus perseguidores».

En la tarde de este sábado, el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, presidió la celebración eucarística en el Altar de la Confesión de la Basílica vaticana y por encargo del Papa leyó la carta apostólica con la que el Santo Padre inscribió en el catálogo a los nuevos beatos.

Al concluir la celebración, el obispo de Roma descendió a la Basílica para venerar las reliquias de los mártires y dirigir unas palabras en castellano y catalán a los peregrinos españoles en las que recordó su modelo de vida.

De Josep Tàpies y los otros seis sacerdotes catalanes –uno era de origen francés–, dedicados a la pastoral en la parroquia de Pobla de Segur (Lérida) y lugares vecinos, recordó que «perdonando a sus perseguidores, dieron su vida invocando al Rey del Universo». Fueron fusilados el 14 de agosto de 1936 (Cf. Zenit, 28 de octubre de 2005).

Luego mencionó a María de los Ángeles Ginard Martí (1894-1936), de la Congregación de Religiosas Celadoras del Culto Eucarístico, que sufrió el martirio en Madrid durante la misma persecución.

El pontífice subrayó que la entrega de su vida fue preparada por «largas horas a la adoración del Santísimo Sacramento, sin descuidar su servicio a la comunidad».

Sor María de los Ángeles entregó su vida para salvar a una mujer que había sido confundida con una religiosa: «la única monja soy yo», dijo, antes de ser encarcelada, al anochecer del día 26 de agosto. Más tarde fue fusilada (Cf. Zenit, 27 de octubre de 2005).

«Estos nuevos beatos son para todos nosotros un ejemplo vivo de identidad sacerdotal y de consagración religiosa», concluyó el Papa.

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ZENIT Staff

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