Bendecir y dar gracias a Dios por todo, una costumbre que alienta el Santo Padre

Intervención en el Ángelus de este domingo

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 12 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recomienda reconocer los dones de la Providencia con gestos concretos de bendición, acción de gracias y solidaridad.

Este domingo, antes de rezar la oración del Ángelus junto a miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, aludió a lo que se enseña en las familias a los pequeños: «a dar siempre gracias al Señor, antes de tomar los alimentos, con una breve oración y la señal de la cruz».

«Hay que conservar o redescubrir esta costumbre –invitó Benedicto XVI-, porque educa a no dar por descontado el “pan de cada día”, sino a reconocer en él un don de la Providencia».

De hecho -apuntó- «deberíamos acostumbrarnos a bendecir al Creador por cada cosa: por el aire y por el agua, elementos preciosos que son el fundamento de la vida en nuestro planeta».

Y también «por los alimentos que, a través de la fecundidad de la tierra, Dios nos ofrece para nuestro sustento», añadió.

En sus palabras, el Papa mostró su especial preocupación por el «escándalo del hambre», que azota a más de 800 millones de personas en el mundo, y que siega tantas vidas, especialmente de niños.

Por ello insistió en cómo Jesús enseñó a orar al Padre celestial pidiendo «nuestro» pan de cada día. «Quiso así [Jesús] que cada hombre se sienta corresponsable de sus hermanos, a fin de que a ninguno le falte lo necesario para vivir», recalcó.

Después de rezar el Ángelus, saludó en varios idiomas a los numerosos peregrinos allí presentes, a pesar de la lluviosa mañana, e hizo mención al Evangelio dominical, que relata la humilde ofrenda de la pobre viuda en el templo y su entrega de cuanto tenía para vivir.

La generosidad de esta viuda «es una inspiración para todos nosotros a fin de que nos entreguemos totalmente a Cristo», dijo Benedicto XVI en su saludo en inglés.

En francés alentó a los fieles a hacer donación del tiempo, de la disponibilidad, de ellos mismos, y no sólo de los superfluo, a fin de que «el Reino de Dios crezca en medio de los hombres».

Y en su saludo en español también propuso que, «contemplando el ejemplo de la viuda pobre del Evangelio de hoy, hagamos de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios, para que entregándonos a Él sin reservas, como la Virgen María, nos colme de la riqueza de su amor y su gracia».

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ZENIT Staff

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