Benedicto XVI advierte contra la tentación de minusvalorar el sacerdocio ministerial

“Sin los sacerdotes no habría Eucaristía ni, por tanto, Iglesia”, afirma

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI ratificó hoy la importancia del sacerdocio ministerial en la Iglesia, contra las tentaciones de una “interpretación errónea” de las justas reivindicaciones de los laicos, y reclamó una mayor atención a la formación del clero.

Así lo expresó durante la audiencia concedida a los participantes de la Plenaria de la Congregación para el Clero, acto durante el cual anunció también su intención de convocar un Año jubilar sacerdotal para el próximo 19 de junio, con motivo del 159 aniversario de la muerte del santo Cura de Ars.

El Papa advirtió en primer lugar contra la confusión entre el sacerdocio bautismal y el ministerial, afirmando que ambos “se distinguen ontológicamente, y no sólo de grado”, ya que el segundo “nace de la configuración configuración sacramental a Cristo Cabeza”.

Esta adhesión “trae consigo, como consecuencia, una adhesión cordial y total a aquella que la tradición eclesial ha reconocido como la apostolica vivendi forma”, es decir, “la participación en una vida nueva espiritualmente entendida, a ese ‘nuevo estilo de vida’ que fue inaugurado por el Señor Jesús y que fue hecho propio por los Apóstoles”.

Benedicto XVI exhortó a los obispos a vigilar para que las “nuevas estructuras” u organizaciones pastorales “no estén pensadas para un tiempo en el que se debería minusvalorar el ministerio ordenado, partiendo de una interpretación errónea de la justa promoción de los laicos”, porque esto significaría “la ulterior disolución del sacerdocio ministerial”.

También les amonestó a cultivar una relación “verdaderamente paternal” con los sacerdotes, y a preocuparse “por su formación permanente, sobre todo en el perfil doctrinal”.

Visibilidad

El Papa insistió en la importancia del ministerio, sin el cual “la Eucaristía, y la propia Iglesia, no existirían”, y recordó que la misión del sacerdote “tiene sus raíces de modo especial en una buena formación, llevada a cabo en comunión con la Tradición eclesial ininterrumpida, sin rupturas ni tentaciones de discontinuidad”.

“En este sentido, es importante favorecer en los sacerdotes, sobre todo en las jóvenes generaciones, una correcta recepción de los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II, interpretados a la luz de todo el bagaje doctrinal de la Iglesia”, explicó.

Habló también sobre la urgencia de que los presbíteros sean “presentes, identificables y reconocibles” por los fieles, lo que incluye, “el juicio de la fe, las virtudes personales” e incluso la vestimenta, que debe distinguir al sacerdote, “en los ámbitos de la cultura y de la caridad, desde siempre en el corazón de la misión de la Iglesia”.

La misión del sacerdote es a la vez “eclesial, comunional, jerárquica y doctrinal”, aspectos que no deben separarse, explicó el Papa.

“La misión es “eclesial” porque nadie anuncia o se lleva a sí mismo, sino que dentro y a través de su propia humanidad, todo sacerdote debe ser bien consciencia de llevar a Otro, Dios mismo, al mundo. Dios es la única riqueza que, en definitiva, los hombres desean encontrar en un sacerdote”, explicó.

“La misión es “comunional” porque tiene lugar en una unidad y comunión que sólo de forma secundaria tiene también aspectos relevantes de visibilidad social. Estos, por otra parte, derivan esencialmente de aquella intimidad divina de la cual el sacerdote está llamado a ser experto, para pode conducir, con humildad y confianza, las almas a él confiadas al mismo encuentro con el Señor”.

“Finalmente las dimensiones “jerárquica” y “doctrinal” sugieren reafirmar la importancia de la disciplina “(el término está unido con “discípulo”) eclesiástica y de la formación doctrinal, y no sólo teológica, inicial y permanente”, añadió.

El Papa concluyó exhortando a los presentes a descubrir la centralidad de Jesucristo, que da sentido y justa valoración al sacerdocio ministerial.

“Como Iglesia y como sacerdotes anunciamos a Jesús de Nazaret Señor y Cristo, crucificado y resucitado, Soberano del tiempo y de la historia, en la alegre certeza de que esta verdad coincide con las esperanzas más profundas del corazón humano”, añadió.

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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