Benedicto XVI: El decisivo impulso del Vaticano II a la valoración de la Palabra de Dios

Intervención con motivo del Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, 6 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI desde la ventana de su estudio este domingo a mediodía con motivo del Ángelus ante miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!
El 18 de noviembre de 1965 el Concilio Ecuménico Vaticano II aprobó la constitución dogmática sobre la Revelación, «Dei Verbum», que constituye uno de los pilares de todo el edificio conciliar. Este documento habla de la Revelación y de su transmisión, de la inspiración y de la interpretación de la sagrada Escritura y de su importancia fundamental en la vida de la Iglesia. Recogiendo los frutos de la renovación teológica precedente, el Vaticano II coloca a Cristo en el centro, presentándole como «a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación» (n. 2). De hecho, el Señor Jesús, Verbo hecho carne, muerto y resucitado, llevó a plenitud la obra de salvación, realizada con gestos y palabras, y manifestó plenamente el rostro y la voluntad de Dios, de manera que hasta su regreso glorioso no hay que esperar ninguna nueva revelación pública (Cf. n. 3). Los apóstoles y sus sucesores, los obispos, son los depositarios del mensaje que Cristo ha confiado a su Iglesia para que sea transmitido íntegramente a todas las generaciones. La sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento y la sagrada Tradición contienen este mensaje, cuya comprensión avanza en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo. Esta misma tradición permite conocer el canon íntegro de los libros sagrados y los hace rectamente comprensibles y operantes, de manera que Dios, quien habló a los patriarcas y a los profetas, no deja de hablar a la Iglesia y, a través de ella, al mundo (Cf. n. 8).

La Iglesia no vive de sí misma sino del Evangelio y del Evangelio saca siempre la orientación para su camino. La constitución conciliar «Dei Verbum» imprimió un intenso impulso a la valoración de la Palabra de Dios, de la que se ha derivado una profunda renovación de la vida de la comunidad eclesial, sobre todo en la predicación, en la catequesis, en la teología, en la espiritualidad y en las relaciones ecuménicas. La Palabra de Dios, por la acción del Espíritu Santo, guía a los creyentes a la plenitud de la verdad (Cf. Juan 16, 13). Entre los múltiples frutos de esta primavera bíblica quiero mencionar la difusión de la antigua práctica de la «lectio divina», o «lectura espiritual» de la sagrada Escritura. Consiste en meditar ampliamente sobre un texto bíblico, leyéndolo y volviéndolo a leer, «rumiándolo» en cierto sentido como escriben los padres, y exprimiendo todo su «jugo» para que alimente la meditación y la contemplación y llegue a irrigar como la sabia la vida concreta. Como condición, la «lectio divina» requiere que la mente y el corazón estén iluminados por el Espíritu Santo, es decir, por el mismo inspirador de las Escrituras, y ponerse, por tanto, en actitud de «religiosa escucha».

Esta es la actitud típica de María santísima, tal y como lo muestra de manera emblemática la imagen de la anunciación: la Virgen acoge al mensajero celestial mientras medita en las sagradas Escrituras, representadas generalmente con un libro que María tiene en sus manos, o en el seno, o encima de un atril. Ésta es también la imagen que ofrece de la Iglesia el mismo Concilio, en la constitución «Dei Verbum»: «En escucha religiosa de la Palabra de Dios…» (n. 1). Recemos para que, como María, la Iglesia sea dócil esclava de la Palabra divina y la proclame siempre con confianza firme para que «todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame» (ibídem).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Después del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en diferentes idiomas. En castellano dijo:]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, especialmente a la «Escuela de Padres» de Cartagena. Al conmemorar el cuarenta aniversario de la Constitución Dogmática «Dei Verbum», del Concilio Vaticano Segundo, sobre la divina revelación, os exhorto a escuchar devotamente la Palabra de Dios y a proclamarla con valentía, para que todo el mundo crea, creyendo espere y esperando ame. ¡Feliz domingo!

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ZENIT Staff

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