Benedicto XVI: "He venido para que sientan mi afecto"

Las primeras horas del papa en México en medio de cantos y alegría

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Por Paloma Rives, enviada especial

GUANAJUATO, domingo 25 marzo 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pasó sus primera horas en México entre el fervor de la multitud que lo recibió con cantos y mucha alegría.

Son cientos, miles de personas. Nos trasladamos en la comitiva y podemos apreciar, durante todo el trayecto de la ciudad de León a la ciudad de Guanajuato, las vallas humanas. Cantos, porras y por miradas repletas de alegría en la espera del recorrido de S.S Benedicto XVI.

Es impresionante. Hombres, mujeres, ancianos y niños que, a pesar del largo tiempo de espera, no dejan de proyectarnos su emoción. Saben que en estas camionetas donde nos transportan no está el Papa. Saben que él pasará varios minutos después frente a ellos pero ello no le resta alegría ni pasión a las muestras de afecto para el Vicario de Cristo.

Continuamos el viaje hacia la Plaza de la Paz por la carretera.

Cuando pasamos frente al lugar donde se realizaría al día siguiente la Santa Misa por el papa Benedicto XVI, todo el equipo de periodistas nos asombramos ante aquellos 15 kilómetros que algunas personas recorrieron para poder entrar. Vemos como acampan. Seguramente algunos de ellos llevan horas de viaje en su haber y la sonrisa como si nada.

Y es que la alegría de recibir al líder de la Iglesia católica se manifiesta en todas partes. Precisamente el día en que Su Santidad saluda a los niños, recibimos el testimonio de Gerardo Anguiano, quien vive en Tabasco –sureste de México- y quien desafortunadamente vivió la pérdida de un ser muy querido por el tema de la inseguridad en este país.

Noos comparte su sentir: En esta visita a México, Cristo mismo por medio del papa es quien llega a ver a su madre y a sus hermanos mexicanos para decirles: “Les envío a Benedicto. El va en mi nombre a León, Guanajuato que está en el corazón de mi queridísimo México. Buscará llegar al corazón de todos los mexicanos. En especial al de los enfermos, deprimidos, cansados o encarcelados. Pero también al corazón de los delincuentes, de los corruptos, de los violentos. Para ganar su alma a la Luz, al bien, al amor”.

Este es un testimonio de cómo viven los mexicanos la llegada del Benedicto XVI. De norte a sur. Lo viven como María, una pequeñita de escasos seis años que encontramos cuando llegamos a la plaza de la Paz en Guanuajuato.

María llevaba en sus manos una pequeña cajita de cartón con gomas de mascar. Las campanas sonaban, la gente cantaba, todos atentos porque el papa estaba por llegar.

Ella estaba pegada a su hermanita mayor. Hemos de compartirles que nos llamaron la atención sus ojos; o mejor dicho su mirada. Nos acercamos y preguntamos: –«Hola, ¿cómo estas? ¿Cómo te llamas? «Volteó a vernos y de inmediato nos ofreció gomas de mascar. “¿Quieres chiclets? Ya casi termino, es para mi comidita”.

Claro, pero cuéntanos cómo te llamas, insistimos. “María, me llamo María”.

–María, y ¿que haces hasta aquí? –“Estoy esperando al Papa. Ya viene ¿verdad?

¡Qué luz había en su rostro! Como pocas veces puede uno encontrar.

Sí María, ya entró a Guanajuato y seguramente no tarda. ¿Por qué le esperas con tantas ansias? “Porque nos viene a ver a los niños, yo soy niña. Porque quiero la bendición. Eso me va a ayudar”, y suelta una enorme sonrisa al terminar la frase.

Llegó el Papa. María gritaba, saltaba, trataba de subirse un poco para verle.

Después de un rato, después del encuentro de Su Santidad con el presidente Felipe Calderón, Benedicto XVI salió al balcón a saludar a miles de personas que se encontraban en las afueras de la casa del Conde Rul. Salío a ver a los niños e inició su mensaje diciendo: “Ustedes ocupan un lugar muy importante en el corazón del Papa. Y en estos momentos quisiera que esto lo supieran todos los niños de México, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia, el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones”.

Miré de inmediato a María. Estaba aún más feliz. El Papa llegó a hacer sentir a los niños que tienen un lugar especial en su corazón y así lo entendió María.

Para leer el mensaje completo del papa a los niños:  http://www.zenit.org/article-41813?l=spanish.   

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ZENIT Staff

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