Benedicto XVI ilustra la respuesta de la Iglesia a las enfermedades infecciosas

Al intervenir en la conferencia organizada por el Vaticano sobre estas enfermedades

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 24 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ilustró este viernes la respuesta de la Iglesia ante las enfermedades infecciosas presentando tres desafíos: «cercanía al enfermo», «evangelización del ambiente cultural», «colaboración con las instancias públicas».

Escucharon la propuesta del Papa los 536 delegados de los cinco continentes que participan en la Conferencia Internacional sobre «Aspectos pastorales del tratamiento de enfermedades infecciosas», que organiza del 23 al 25 de noviembre el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

Al subrayar la importancia del tema, el mismo pontífice reconoció que «términos como lepra, peste, tuberculosis, sida, ébola, evocan dramáticos escenarios de dolor y miedo».

Impresiona, reconoció, el «dolor por las víctimas y por sus seres queridos, con frecuencia aplastados por un sentido de impotencia ante la gravedad inexorable del mal»; suscitando «miedo por la población en general y por quienes, a causa de su profesión o de opciones voluntarias, se acercan a estos enfermos».

En la respuesta de la Iglesia a este desafío, el Papa explicó que se necesita «en primer lugar, la proximidad al enfermo».

«El ejemplo de Cristo, que rompiendo con las prescripciones de la época, no sólo dejaba que se le acercaran los leprosos, sino que les restablecía en la salud y en su dignidad como personas, ha “contagiado” a muchos de sus discípulos a través de los más de dos mil años de la historia cristiana».

«El beso al leproso de Francisco de Asís ha encontrado imitadores no sólo en personajes heroicos como el beato Damián De Veuster, fallecido en la isla de Molokai mientras asistía a los leprosos, o la beata Teresa de Calcuta, o como las religiosas italianas asesinadas hace unos años por el virus ébola, sino también en promotores de iniciativas a favor de los afectados por enfermedades infecciosas, en especial en los países en vías de desarrollo».

«Esta rica tradición de la Iglesia católica debe mantenerse viva, para que a través del ejercicio de la caridad hacia quien sufre, se hagan visibles los valores inspirados en la auténtica humanidad y en el Evangelio: la dignidad de la persona, la misericordia, la identificación de Cristo con el enfermo».

«Toda intervención es insuficiente sin en ella no se percibe el amor por el hombre, un amor que se alimenta del encuentro con Cristo», subrayó.

En segundo lugar, el Papa consideró que se necesita «la evangelización del ambiente cultural en que vivimos».

«Entre los prejuicios que obstaculizan o limitan una ayuda eficaz a las víctimas de las enfermedades infecciosas se encuentra la actitud de indiferencia e incluso de exclusión y de rechazo, que surge a veces en la sociedad del bienestar», denunció.

«Esta actitud –siguió constatando– es favorecida por la imagen que transmiten los medios de comunicación de un hombre o mujer preocupados sobre todo por la belleza física, por la salud y por la vitalidad biológica».

«Es una tendencia cultural peligrosa que lleva a ponerse a uno mismo en el centro, a cerrarse en su pequeño mundo, a huir del compromiso en el servicio al necesitado».

Según el Papa los católicos deben «apoyar a los enfermos a la hora de afrontar el sufrimiento, ayudándoles a transformar su propia condición en un momento de gracia para sí mismos y para los demás, a través de una viva participación en el misterio de Cristo».

En tercer lugar, el Papa destacó la importancia de la «colaboración con las diferentes instancias públicas para que se aplique la justicia social en un sector tan delicado como el del cuidado y la asistencia a los afectados por las enfermedades infecciosas».

En particular, pidió una «distribución equitativa de los recursos para la investigación y los tratamientos, así como la promoción de condiciones de vida que frenen el surgimiento y la expansión de las enfermedades infecciosas».

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ZENIT Staff

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